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Desde mi escaño

Ante la crisis, Franco

El Gobierno zapateril, con la anuencia del supermegajuez estrella de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, ha hallado un filón inagotable en la figura de Franco para evitar los problemas que nos acucian a los ciudadanos que vivimos en España. Da lo mismo que hace años que se haya muerto y que sus acólitos hayan dejado de molestar, lo importante es seguir dando la barrila con la llamada memoria histórica (o histérica) para que los españoles nos olvidemos de lo que realmente importa, que no se llega a final de mes, que se destruyen miles de empleos a diario o que firmar una hipoteca es mucho peor que hacer un pacto con el mismísimo diablo.

Todo el mundo parece contagiado por el virus de revisar y hasta cambiar la historia, si me apuran. El penúltimo ejemplo lo tenemos en el Cabildo de Tenerife, donde el pleno ha apoyado una propuesta socialista para que se retire el monolito al Generalísimo que está situado en Las Raíces, en el monte de La Esperanza. Lo gracioso del hecho es que ese monumento, si así se puede llamar, es que lleva ahí colocado varias décadas, pero ahora es cuando algunos se han dado cuenta de que molesta. Pues que bien. Ya puestos, cargémonos, por ejemplo, toda la barriada de La Victoria, construida en tiempos de Franco y que a muchos de los que la habitan no les costó una sola perra gorda.

Sé que este tipo de acciones provoca sensibilidades en ambos bandos, los que están a favor de no tocar la Historia y los que pretenden hacer un revisionismo exacerbado. De hecho, es justo reconocer que todas las dictaduras son igual de sanas que recomendar la ingesta de alcohol a un paciente con cirrosis, pero tampoco se puede hacer borrón y cuenta nueva. Todos los países tienen detrás un pasado, mejor, peor o regular, pero no por ello van a hacer un proceso selectivo y cargarse lo que políticamente no es correcto. Imagínense, por ejemplo, que de golpe y plumazo nos cargamos los siglos de permanencia de los romanos en la Península Ibérica o la presencia de los musulmanes. Hoy reconocemos que, a pesar de haber tenido sometido el territorio, hicieron cosas positivas y nos han permitido evolucionar.

No es que la eliminación del monolito de Franco vaya a empeorar nuestra sociedad, pero supone un paso más para intentar borrar 40 años de la Historia de España. Y ya saben lo que dicen los especialistas en la materia, eliminar el pasado supone la puerta de entrada a volver a cometer los mismos errores en un futuro. Lo gracioso es que estos que piden la erradicación de los símbolos franquistas son los devotos de regímenes tan poco recomendables como los cubano, venezolano o marroquí, socios vips de la alianza de civilizaciones. Y mejor no mirar hacia Oriente y esos países con gobernantes tan demócratas como Ghengis Kahn.

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