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Desde mi escaño

Plantemos cara a los criminales

Plantemos cara a los criminales

España ya tiene un héroe de carne y hueso. Emilio Gutiérrez, un anónimo ciudadano de Lazkao, se ha convertido por méritos propios en un referente para las víctimas del terrorismo en las Vascongadas y en el resto del territorio nacional. Harto de la barbarie de los proetarras y más hastiado aun de tener que soportar a diario las risas más o menos indisimuladas de quienes apoyan sus actos (bien por convencimiento o bien porque no les queda de otra si quieren vivir en paz y en gracia de Otegi) cogió un hacha o una azada y se lió a golpes contra una herriko taberna y destrozó todo lo que le dio tiempo, hasta que llegaron los policías autonómicos vascos a detenerle.

Los partidos políticos, todos, aunque con diversa graduación en el matiz, han condenado en cierta medida la reacción de este ciudadano, alegando que no podemos alabar el diente por diente y ojo por ojo. Claro que no, pero es que durante décadas muchas han sido las víctimas que han tenido que aguantar el papel del Buen Samaritano y han tenido que poner la otra mejilla para que se la rompieran como hicieron con la primera. La clase política vasca, muy especial la representada por el PNV y secundada por los socialistas de Patxi López, ha venido actuando como un árbitro ¿neutral? sin mostrarse excesivamente escandalizada por la violencia de los chicos de la goma 2 y el tiro en la nuca, pero esperando a recoger en forma de votos los frutos que supondría la caída de los partidos de corte etarra, algo que, como se ha podido comprobar elección tras elección es casi una quimera, especialmente porque el propio PNV sabe que si crece en esta convocatoria del 1 de marzo será por los apoyos derivados de Democracia (manda huevos la palabra) 3 millones. Por tanto, Ibarretxe seguirá preso del entorno de ETA.

Personalmente, aplaudo el gesto del anónimo ciudadano señor Gutiérrez, y deseo que lo siga siendo de por vida, aunque tenga que ser por la vía de un cambio de identidad. Cuando una persona tiene que aguantar durante años la altivez de unos conciudadanos que se alían con el matón del barrio y encima se permiten el lujo de jeringarle la casa tras un bombazo, lo lógico es que cualquier persona, por muy tranquila que sea, acabe estallando. Muchos habitantes en la Comunidad Autónoma Vasca son como grandes vasos, capaces de acumular mucha agua, pero las leyes físicas y psicológicas coinciden en que al final tanto el vaso como la paciencia terminan por colmarse y derbordarse. Esto es lo que le ha sucedido a Emilio Gutiérrez, pero lo mismo mañana o pasado le puede pasar a Pepe, Antonio o Patxi. Es cuestión de saber únicamente hasta dónde es capaz de tolerar esta tortura explosiva, a la par que silenciosa, cada ciudadano.

1 comentario

Máximo Medina -

No es una cuestión de heroicidades, sino de aplicar la ley a rajatabla. Si las autoridades no quieren, entonces están deslegitimados y pasan estas cosas, con las que nadie debería estar de acuerdo, aunque las circunstancias pudieran indicar en otro sentido. El ojo por ojo en pleno siglo XXI no debería sostenerse.