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Desde mi escaño

Bocazas futboleros

Bocazas futboleros

El fútbol, pese a ser un deporte sin más, algo ha de tener de ciencia oculta, algo así como un anillo con poderes supraterrenales, para que quienes tienen que imponer un poco de cordura, los presidentes y entrenadores, acaben desbarrando y soltando por su boca toda una serie de barbaridades que, casi siempre, acaban volviéndose en su contra cual boomerang australiano. Ejemplos en España hemos tenido un montón, especialmente el malogrado Jesús Gil y Gil, capaz, incluso, de arremeter contra su propia plantilla, que dos días después le dejaba en paños menores por sus excesos verbales y poca fe. O, ¿se acuerdan de las manifestaciones del ya desaparecido Javier Pérez, entonces presidente del Tenerife, antes de una eliminatoria de Copa frente a la UD Las Palmas, a la que le iban a meter 20 goles?

Sin embargo, mi propósito no es remontarme a tiempos tan pretéritos. En este último mes hemos tenido dos ejemplos claros de mandatarios capaces de armarla en cuanto sacaron su lengua a pasear. Los máximos responsables del Sevilla y del Real Madrid (bueno, este último sólo por un par de meses más), José María del Nido y Vicente Boluda, tuvieron a bien soltar en los diferentes medios de comunicación las bravuconadas de que se iban a comer al león de la melena al rabo (en el caso del dirigente hispalense) y que al Liverpool le iban a ganar en el Bernabéu y a chorrear en Anfield (frase del madridista). Por supuesto, para consumo de los fieles de ambos equipos, se trata de palabras que enganchan, que ilusionan, que envalentonan a una afición...hasta que se da de bruces con la triste realidad. Porque, que yo sepa, hasta el momento no conozco a un directivo que sea capaz de ganar un partido, y menos aún menospreciando a los rivales.

Al Sevilla, lo conocen de sobra, el Athletic de Bilbao lo desmelenó a base de bien. No le dio opción en la vuelta de las semifinales de la Copa del Rey y se tuvo que marchar el señor Del Nido con el rabo entre las piernas. Flaco favor le hace este mandatario a su entrenador, al que, por unos u otros motivos, está poniendo a los pies de los caballos con sus declaraciones. Es una pena que un presidente que tan bien hace las cosas a la hora de gestionar la entidad (la cogió en plena ruina y hoy es capaz de vender jugadores que le costaron cuatro euros por millones) la fastidie en cuanto le da por abrir ese piquito de oro.

El otro genio en ciernes es don Vicente Boluda, a la sazón presidente en funciones (y con contrato más cutre que el que ofrece una ETT) del Real Madrid. Este caballero, un arribista que iba en la candidatura de Ramón Calderón (y que por tanto avaló los desmanes de su jefe al frente de la entidad merengue, incluida la amañana junta general del pasado 7 de diciembre), tuvo la brillante idea de poner mucho más fiero aun al rival de los blancos en la eliminatoria de octavos de final de la Champions League, el Liverpool. El triunfo sencillo en casa y el chorreo que le iban a dar en Inglaterra a los pupilos de Benítez se produjo...pero justo al revés de lo que había vaticinado el señor Boluda (que, ya puestos, con ese apellido, y si llega a vivir en Argentina, le hubieran aconsejado que dejase de decir boludeces).

Pese a todo, pese a los pésimos réditos que su verborrea les ha reportado, ambos directivos son incapaces de apearse del burro al que se han subido. El sevillista insiste en que la frasecita de marras no es la peor que ha pronunciado y que tiene previstas más. Por su parte, el madridista recuerda que el Real Madrid, a seis puntos del Barcelona, ganará la Liga. No sé, yo de ellos, me tapaba la cavidad bucal o, directamente, me hacía implantar ahí un esparadrapo indespegable. Seguramente sus aficionados se lo agradecerán eternamente. 

 

1 comentario

Máximo Medina -

¡Qué sería del fútbol-espectáculo sin las declaraciones antes de y después de... de cada partido! Los presidentes, y muchos de los directivos, no tienen ni la menor idea de fútbol y por eso largan sin el menor recato. Futbolistas y entrenadores son más comedidos y recurren al tópico con el mayor desparpajo. Salirse del discurrir cotidiano es dar el show y a eso se apuntan muchos. Cuanto menos sepan, mejor.