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Desde mi escaño

Evo, ese huelguista

Evo, ese huelguista

Evo Morales, a la sazón presidente de Bolivia, está demostrando con su huelga de hambre que no es diferente de los sátrapas que conviven a su alrededor, es decir, los Correa, de Ecuador; Hugo Chávez, de Venezuela o el clan de los Castro, en Cuba. Al señor del jersey chompero le ha dado por presentar una ley por la que, al igual que ha pasado en otros países, podría presentarse indefinidamente a todas las reelecciones que quisiera, además con el agravante de que no habría quien le parase los pies. Sin embargo, el Parlamento boliviano, donde afortunadamente aún existen rescoldos de democracia, le ha tumbado el proyecto y al buen señor, como no le gusta el resultado, se niega a ingerir alimento alguno.

La verdad es que la noticia puede parecer sacada de un periódico del 28 de diciembre, día tradicional para publicar inocentadas, pero nada más lejos de la realidad. Así se las gasta el señor Evo, un mandatario populista y populachero que se alzó con el poder merced a los hábiles engaños que ejerció sobre una parte importante del elerctorado, gente del campo, sin apenas estudios y a los que se les podía comprar la voluntad con poco más que buenas palabras (pero peores intenciones). Morales, nada más llegar al poder, se lió su multicolorista jersey y, tras su visita a España, empezó a amenazar con nacionalizar todas las empresas que estuviesen radicadas en su nación, al igual que su hermano de andanzas, el bolivariano Chávez. Poco a poco, empezó a sentirse a gusto en ese papel de hacer y deshacer a su antojo, a capricho, sin que nadie le pusiera freno, hasta que llegó la hora de plantear la reforma de la Constitución y su intento de perpetuarse en el poder.

A partir de empezar a recibir reveses aquí y acullá, a Evo se le ha ido agriando esa cara de presunto inocente, de político inocuo. Rápidamente se ha quitado la careta y, a día de hoy, no deja de ser un vulgar dictadorzuelo de república bananera, que ya no asusta a nadie, siquiera a quienes confiaron en él. Hombre, puede seguir engañando, qué duda cabe, pero cada vez lo tiene peor. Gestos de esta índole, la de hacer una huelga de hambre, ponen de manifiesto la catadura moral del individuo en cuestión. Pero, hombre de Dios, ¿se cree usted que es el líder de la oposición o del algún sindicato agrario para armar tal alboroto? Usted, simple y llanamente, es el presidente de Bolivia, no un vulgar piquetero. Aunque, bien pensado, lo del ayuno 24 horas no le va a venir nada mal. Tanta recepción y tanto viaje le han llenado no sólo los bolsillos, sino también una más que prominente barriguita, algo que no todos los administrados suyos pueden lucir, más bien todo lo contrario. Su pueblo sufre una avitaminosis galopante y usted, mientras, jugando con el pan de todo el país. No me extraña que quienes pueden salir de allí tomen el primer avión con destino a Estados Unidos o a la Unión Europea.

1 comentario

Máximo Medina -

En Suramérica todos los que tienen la suerte de mandar, salvo a los que se lo impide el propio proceso de su país, buscan la forma de perpetuarse en el poder. Sin duda, creen que son lo mejor para sus ciudadanos, sin contar con la opinión de estos últimos. Lo malo viene cuando alguien, Morales es un caso, trata de agrandar su paso por la jefatura gubernativa y el pueblo le dice que nones. Entonces nos encontramos con situaciones esperpénticas que rayan lo ridículo. Un presidente en huelga de hambre porque su electorado no le apoya es una estampa impensable hace sólo unas décadas. ¿Qué pensaría Zparo de esto? ¿Haría ayuno volutnario a la puerta de la Moncloa? Sería para verlo, aunque no parece nada extrapolable.