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Desde mi escaño

El suicidio de una moción de censura

El suicidio de una moción de censura

El Partido Popular, después de algunos días de celebrarse la exitosa jornada electoral europea, debe tener en claro una cosa, al igual que sucedería con los socialistas en el caso de que estos hubieran obtenido la victoria en las urnadas. El triunfo que los ciudadanos otorgaron al PP no se trata, en modo alguno, de un cheque en blanco para poder presentarse en el Congreso excesivamente crecidito. Una cosa es el apoyo más o menos tácito que se haya podido recibir por parte de los votantes, pero otra cosa muy distinta es que estos permitan que ahora los populares se crean los amos del lugar y empiecen a caer en la trampa de jugar a ser alternativa de Gobierno antes de tiempo. De momento, la aritmética parlamentaria en la Carrera de San Jerónimo marca que el PSOE tiene 169 y los populares 153. Por mucho que se quiera buscar, los de Rajoy no encontrarían aliados suficientes que les otorgasen un respaldo más que sufuciente para sacar adelante una moción de censura. Sería, entre otras cosas, un suicidio político y la peor manera de rentabilizar los buenos resultados del 7 de junio.

Distinto es lo que propugnaba la señora María Dolores de Cospedal, la cuestión de confianza. Si Rodríguez Zapatero considera que su labor al frente de España empieza a estar en tela de juicio, se puede someter al refrendo de la Cámara Baja, pero dudo mucho que lo haga. El presidente no es amigo de enfrentarse a situaciones en las que pueda perder el poco crédito que, a mi juicio, le queda ya. Fíjense como el día después de las elecciones el señor ZPinocho estuvo escondido, agazapado, sin noticias de su actividad. ¿Se cansaría en los mítines o tal vez las ganas de Europa se le fueron volando más rápido que los falcon que utilizó durante la campaña? Lo que no puede ser es que haya casi solapado a López Aguilar durante los 15 días de gira mitinera por toda España y luego, cuando las urnas le vienen mal dadas, se quita del medio y deja a otros el marrón de tener que salir a dar explicaciones ante los medios de comunicación.

De todas maneras, esa táctica de Zapatero de apartarse cuando pintan bastos no es más que una estrategia. Le encanta fingirse debilitado, como un jugador de póker al que parece que le hubieran tocado las peores cartas, pero siempre espera que otros se confíen para entonces sacarse ese conejo de la chistera. Aliados, qué duda cabe, no le van a faltar. De hecho, ya salió a la palestra Convergencia, con Duran y Lleida a la cabeza, para pedirle al PP que presente esa moción de censura. Eso sí, al mismo tiempo avanza que su grupo no apoyará al señor Rajoy. Sí, muy elocuente, algo que ni mejoraría el capitán Araña (y de esos conozco unos cuantos). Bien harán los líderes populares en trabajar durante estos años, preparando un proyecto sólido para las autonómicas y después para las Generales. Eso son tres años de ardua labor. El resto, llámense mociones de censura, es perder el tiempo y darle aire a Zapatero. Si los ciudadanos quieren un cambio, y el 7 de junio parece que así lo han expresado, éste llegará, pero sin tener que forzar lo más mínimo.

1 comentario

Máximo Medina -

Cada vez me interesa menos la política 'pura', que es quella en las que los ciudadanos no entramos ni salimos.Las componendas partidarias para esto a aquello me aburren y el señor Durán y Lérida, como lo llama Federico, no es precisamente un buen compañero de viaje. Lo ha demostrado en cantidad de ocasiones. Lo de la confianza, olvídenlo, pues está muy cerca el semestre de presidencia de la UE que corresponde a Zapatero. con lo que se puede figurar ahí voy a arriesgarme a perderlo todo. En una palabra, tedio.