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Desde mi escaño

Julián Lago, un periodista innovador

Julián Lago, un periodista innovador

Julián Lago, a sus 63 años, se ha marchado de este mundo para seguir escribiendo sus crónicas en la esfera celestial. Una mala pasada montada sobre dos ruedas cercenó para siempre la vida de este sagaz e innovador periodista quien, harto de las falacias y las mentiras que estaba viviendo en España, optó por marcharse a Paraguay a iniciar una nueva etapa, relativamente alejada de la información. Sin embargo, un trágico 14 de mayo el destino se lo llevó por delante, aunque su fortaleza le mantuvo con las constantes vitales en una dura lucha por vencer a la muerte. Lamentablemente, esta madrugada del lunes al martes dijo el último adiós. Una pérdida sensible, un periodista de raza, de los que ya no quedan y que siempre tuvo que pelear solo en diferentes trincheras.

No voy a relatar en esta breve y modesta tribuna todos los premios y cargos que ha ejercido este genial vallisoletano, pero sí que destacaré su paso por el canal privado Tele 5 y su revolucionario espacio, La máquina de la verdad. Es curioso, ahora visto con la perspectiva que sólo puede ofrecer el paso de los años, suena a chiste malo que su programa se tildase de morboso y amarillista. Nada más lejos de la realidad. Posiblemente, y esto es lo que más se acerca a la verdad que él buscaba, en España no estábamos preparados para un formato de esas características. No creíamos a pies juntillas que una máquina, perfectamente controlada por un experto, fuese capaz de desmontar los argumentos de los invitados que tenían que someterse a las cuestiones del señor Lago. El interpérrito polígrafo (que además no sabía ni papa de español) se dedicaba a interpretar las diferentes variaciones que iba ofreciendo el aparato para así poder determinar la veracidad o falsedad de las respuestas vertidas por los personajes que se sentaban en ese potro de tortura.

Hay quienes han sostenido que todo el prestigio que Julián Lago había adquirido a lo largo de sus años en las diferentes publicaciones en las que trabajo, desde el Periódico de Cataluña, pasando por Tiempo o Tribuna de Actualidad, se resquebrajó a la hora de aceptar presentar este espacio, al igual que otros similares como Misterios sin resolver. No, no puedo estar de acuerdo. Podemos convenir que la presencia de determinados invitados podía inducir a buscar cierto morbo, pero esas presencias siempre estaban justificadas en virtud del momento. Sin embargo, los entonces gestores de la cadena de Fuencarral optaron por cortar de raíz el programa y a su presentador en cuanto llegaron las primeras denuncias. Es curioso, sin duda, que a Lago, un profesional de los pies a la cabeza no se le pasara ni media y actualmente otros espacios del canal, que no dejan de recibir querellas por intromisiones en la intimidad y el honor de las personas, siguen en el aire como si nada pasara.

En fin, a Lago nunca le importó tener preparadas las maletas para ir de aquí hacia allá. Se sabía un periodista solitario, crítico con el poder establecido y que jamás callaría lo que por ética periodística tendría que ofrecer a sus lectores, oyentes y televidentes. ¿Qué tuvo fallos? Como todos, pero su estilo ha creado escuela y hoy, todos los que amamos esta bendita (y muchas veces ingrata) profesión tenemos que estar de luto porque hemos perdido un referente, como en su momento sucedió con Encarna Sánchez o Antonio Herrero. A todos les unía una causa común, la búsqueda de la verdad, cayese quien cayese. 

1 comentario

Máximo Medina -

Julián Lago, de lo poco que mi memoria me permite recordar, dio muchos bandazos en su vida profesional. Desde ser un izquierdista convencido a estar apoltronado en la derecha. Quizás era su forma de intentar criticar a un poder que siempre es injusto cuando ejercita sus privilegios en el cargo. Lago formó parte de un grupo de periodistas que interpretaba los hechos cotidianos y buscaba su verdad. Muchas veces no la encontraba, pero en otras sorprendía con su sagacidad. Nunca sabré qué pintaba en Paraguay y tampoco el infortunio de su accidente, pero pasados los sesenta años llamó a las cosas por su nombre y puso a muchos en su sitio. De ahí que en los últimos años ganara aún más crédito del que había cosechado en toda su vida. Adiós a un periodista que muchas veces se la jugó.