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Desde mi escaño

Penas de adulto para el gamberrismo juvenil

Penas de adulto para el gamberrismo juvenil

Lo acaecido el pasado fin de semana en Pozuelo de Alarcón, con un grupo de gamberros juveniles que se dedicó a destrozar todo aquello que se encontraba a su paso, incluso con agresión a los agentes de Policía, no es más que un ejemplo de los cientos que, por desgracia, se dan en muchas de nuestras ciudades y localidades a lo largo de un viernes o un sábado por la noche. No hay principios, no hay educación y los más imberbes, mocosos de 14, 15 ó 16 años se dedican a matar sus horas libres maquinando cuál será la siguiente 'hazaña' con la que ser portada de los periódicos dominicales o del lunes. Fíjense en las portadas de los rotativos de domingo y lunes como esos cuatro pandilleros (aunque todo parece indicar que no proceden, precisamente, de familias desestructuradas) son la noticia principal. Seguro que más de uno aún está, como dicen en la jerga moderna, flipando en colores por haber desbancado a otros temas de mayor trascendencia.

Desde luego, hay que ser sumamente cautos y saber perfectamente qué efectos puede tener esta cobertura mediática. Si servirá para reprimir o al final saldrán imitadores en otras ciudades. Desgraciadamente, lo sucedido en Pozuelo es un signo de lo que pasa en nuestra sociedad, con una juventud (no toda, pero sí una parte sustancial) que ha perdido el respeto por todo y por todos. No hay quien les ponga freno y en ese apartado mucho han tenido que ver los padres, incapaces de poner freno a los desmanes de sus vástagos. Todos hemos pasado por esas edades y las supuestas gamberradas que podíamos cometer no pasaban más allá de tocar un telefonillo automático a horas intempestivas o hacer la ruindad de colarnos en el metro, pero nunca nos dedicamos, al menos los de mi quinta, al gamberrismo que se estila hoy en día y que no encuentra más diversión que la de destrozar todo porque sí y, encima, si se pueden llevar por delante a algún agente del orden, pues entonces miel sobre hojuelas.

Lo que está claro es que ya que los padres han sido incapaces de coger la brida de la educación de sus hijos (y encima el sistema actual impide que se actúe con severidad sobre el menor de edad, aunque tú seas el padre o la madre) tendrá que ser la Justicia la que debiera articular un reglamento mucho más duro para castigar adecuadamente actos de esa trascendencia. Quien se considera tan adulto para romper el mobiliario urbano o dejar la plaza o el parque como un solar, entonces también tendrá la suficiente entereza como para afrontar una pena de similares características. Necesitamos que se reconduzca una situación cada vez más peligrosa y que provoca que usted, querido vecino, pueda dormir plácidamente en su piso, una primera planta, tenga que ser desalojado de madrugada porque a un jovencito le ha dado por prender fuego a un contenedor. Y esto ya ha pasado, por ejemplo, hace unos meses, en una calle tan céntrica como La Rosa, en Santa Cruz de Tenerife, pero por desgracia nadie vio nada.

Posiblemente fuera el momento de sacar a colación el asunto de las cámaras de vigilancia en puntos estratégicos, que sería necesaria una mayor implantación, pero el problema es que no sólo se precisa esa infraestructura, sino medios humanos que puedan personarse para liquidar de raíz cualquiera de los actos de gamberrismo que se producen con excesiva frecuencia en cualquier rincón de nuestras ciudades. Veremos a ver en qué queda toda la parafernalia de Pozuelo, pero todo apunta a que al final acabarán saliendo absueltos y sólo siendo reprendidos (jajajajaja) por sus padres...hasta que puedan volver a hacerla más gorda, igual este mismo fin de semana.

1 comentario

Máximo Medina -

Cualquier país del mundo observa lo que ocurre en España y tendría que frotarse los ojos para comprobar cómo este tipo de desórdenes callejeres quedan totalmente impunes, porque los autores son menores de edad. En otros lados, quien la hace la paga, tenga la edad que tenga, aunque los castigos van en consonancia con los daños causados. Lo de la quema de contenedores de basuras una vez me gocé uno en directo, pero fue tan rápido que apenas pude precisar en la identidad del joven que hizo arder el contenedor público. Vamos que no era un pirómano, porque si no se habría quedado a ver la obra que había ejecutado, pero ni eso. Si las leyes españolas no contemplan los hechos callejeros como delito, salvo la kale borroka, pues habrá que cambiar la normativa. Lo que no se puede permitir es que estos espectáculos siguen campando por sus respetos por las calles de cualquier población española. Los gamberros merecen tener un castigo.