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Desde mi escaño

Aficiones y directivas desmemoriadas

Aficiones y directivas desmemoriadas

El fútbol es uno de los deportes donde la memoria se muestra extremadamente frágil. De nada sirven los éxitos logrados en junio del presente año. Apenas se llevan disputadas cuatro jornadas de Liga y ya hay quien quiere poner de patitas en la calle a varios entrenadores, pero especialmente sería doloroso en el caso del técnico del Real Zaragoza, Marcelino García Toral, al que una parte de la afición maña, con cierta anuencia de la directiva blanquilla, le está reprochando que el equipo no esté mostrando todo lo mejor de sí en su retorno a la Primera División. Sí, no son números que inviten a tirar voladores, una victoria, un empate y dos derrotas, en especial la del pasado fin de semana en casa contra el Real Valladolid, pero si sirve como consuelo, dos grandes como Villarreal o Atlético de Madrid están en puestos de descenso y con sólo dos empates en su casillero.

De acuerdo que el balompié levanta muchas pasiones y que la opinión de cualquier aficionado que va al campo es respetable. Se deja sus buenos cuartos a lo largo de la temporada, bien como socio/abonado o cuando acude a partidos concretos y, en cierta medida, ello le confiere el derecho a expresar su conformidad o disconformidad con lo que ve sobre el terreno de juego. Pero, no lo olviden ustedes, aficionados zaragocistas, este mismo señor que hoy ocupa el banquillo fue quien hizo el milagro de ascenderles a Primera con un plantel sumamente debilitado. Prácticamente, con el tiempo cumplido para poder fichar, los aragoneses perdieron casi todo el potencial en la punta de lanza, ya que Diego Milito y Sergio García se marcharon a clubes que jugaban en la categoría de élite. Sólo Ewethon y Arizmendi eran los argumentos ofensivos para aguantar 42 jornadas y gracias al trabajo de Marcelino la empresa fue posible, aunque también con un arranque irregular.

Sinceramente, y hablando desde la lejanía, tengo la sensación de que esa parte de los seguidores zaragocistas y su directiva guardan cierto paralelismo, por ejemplo, con lo que sucede en Valencia. Estamos frente a un público excesivamente exigente, que no se conforma con lo que hay, que siempre quiere más y los consejos de administración, antes que aguantar las iras de los aficionados, suelen ofrecer como remedio de esos males la cabeza del técnico de turno. Fíjense como uno de los mejores preparadores que tuvo el Valencia, Rafa Benítez, tuvo que largarse de Mestalla frente a una incomprensión cerril de distintos estamentos, directivos y supporters. O, por ejemplo, en Zaragoza, un símbolo como Víctor Fernández también tuvo que abandonar la casa precipitadamente.

Por eso, desde España, nos sigue dando envidia una competición como la Premier League. Salvo esos archimillonarios arribistas, estilo Abramovich, que creen que pueden hacer y deshacer a su antojo (bueno, al ser los dueños del club tampoco van a estar con paños calientes), el resto de entidades suelen proteger y respetar hasta límites insospechados el trabajo de su entrenador. De lo contrario, nadie podría entender como Ferguson lleva más de dos décadas al frente del Manchester, con unos primeros años donde encima el equipo no ganaba nada. Eso, aquí, sería inconcebible. Pero si es que incluso le pasó al hoy seleccionador español, Vicente del Bosque, al que se echó como agua sucia del Real Madrid (y eso que presentaba el aval de dos Ligas, dos Champions, una Supercopa de España, otra Europea y una Intercontinental). Pero esa desmemoria de ciertas aficiones y directivas se acaba pagando a medio o incluso corto plazo.

 

1 comentario

Lewis Rogers -

En el fútbol la memoria no existen. Los clubs se imponen una serie de metas que casi nunca se consiguen y de ahí que anden la mayoría en bancarrota. Personalizar en temas concretos es aún más doloroso, pero unos directivos que apenas entienden de fútbol marcan los logros de cada campaña y si no se lacanzan se enfrascan entonces en buscar los revulsivos. Una sarta de tópicos que termina por cansar al más forofo, pero así se creó este negocio y los trabajadores, como siempre, son los culpables de la mala marcha de la entidad. Los directivos (los empresarios) sólo toman decisiones, muchas de ellas nefastas. No hay más cera que la que arde... y no es mucha.