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Desde mi escaño

Enemigos de la Navidad como concepto cristiano

Enemigos de la Navidad como concepto cristiano

Los alumnos catalanes están a un paso de que, a partir del próximo curso, no vuelvan a nombrar las vacaciones de Navidad o Semana Santa. Y no, no estarán castigados sin días libres, sino que, probablemente, dejarán de utilizar esta terminología. Así lo dispone el Consejo Escolar de Cataluña (CEC), que ha dado vía libre al consejero de Educación, Ernest Maragall, para que cambie el nombre de estas festividades por la nomenclatura de vacaciones de invierno y de primavera. La propuesta se recoge en un documento al que ha tenido acceso el periódico La Razón y en el que los miembros de la comisión del CEC –formado por asociaciones de padres y madres, sindicatos de docencia y agentes del sector empresarial–, aprueban este cambio de nombre, según indica el texto, por acuerdo mayoritario de los asistentes. Esta medida viene a unirse al viejo deseo de determinados políticos catalanes (y también del resto de España) que pretenden desposeernos de todos los símbolos cristianos porque, según manifiestan, "hay que respetar las otras creencias" y, claro, parece que eso del Misterio o de las procesiones de Semana Santa parece que molesta. La duda que me queda es si realmente incordia a los practicantes de otras religiones o es que se trata de un capricho de determinados políticos.

En fin, lo que me hace verdadera gracia es que a estos enemigos de la religión católica sólo les estorba la parte simbólica, la imageniería, pero en cambio parecen bien contentos con el hecho de poder disfrutar de entre una docena de días y casi tres semanas de vacaciones, al igual que la decena de la Semana Santa. Si no les gusta esa nomenclatura, digo yo, tampoco deberían tener mayor querencia por el período vacacional que conlleva. Nada, trabajen, especialmente el 24 de diciembre por la noche, el día 25, y, sobre todo, no olviden hacerse unas horas extras a partir de las once de la noche del día 31 de diciembre y empatarlas con una jornada normal el 1 de enero, algo que también se aconseja altamente el Jueves y Viernes Santo. Lo digo, más que nada, para que no corran el riesgo de contagiarse de cristianismo y catolicismo. Pobrecitos.

De todas maneras, a pesar de los intentos de los políticos catalanes de querer cambiar el nombre a lo que ha sido la celebración por excelencia de toda la vida, me da que poco van a tener que hacer. Es más, estoy convencido de que aquellos fabricantes de, por ejemplo, cava, ya estarán acordándose, y no para bien, en toda la parentela de Maragall. Los últimos años, con la ofensiva que se ha hecho desde Cataluña con las multas a los productos que no están etiquetados en catalán, han sido nefastos para las ventas de muchos productos que se fabrican en esta comunidad y que se distribuyen al resto de España. El boicot ha sido más que evidente y muchos han optado por regar los turrones, mazapanes y peladillas con los caldos de otras regiones.

Sinceramente, siempre había tenido por excelentes negociadores a los catalanes, incluida su clase política, pero ésta, en los últimos tiempos, está llevando a una comunidad siempre tan próspera a un nivel de incompetencia tan solo comparable a la Ley de Murphy. A ver si el Año Nuevo les reporta mejores ideas, sobre todo por el bien de los millones de ciudadanos que viven allí y que ven con pavor que a los chicos de Montilla sólo se les ocurren disparates y bobadas diversas.

1 comentario

Máximo Medina -

Hace ya tiempo que yo por mi parte le concedí la independencia a Cataluña. Y es justo lo que ellos pretenden con los cambios de nombres, la imposición del catalán como lengua y la transferencias de todas las cosas para que Madrid no tenga nada que ver con la ciudadanía catalana. Me parece absurdo, pero se olvidan de que la mayoría de su producción se vende en España, con lo cual basta con no comprar sus productos para ver cómo recapacitan de inmediato. Lo que hagan dentro de la autonomía catalana, allá ellos, pero fuera deberíamos tomar las mismas medidas que ellos toman allí. Si imponen sus requisitos para acceder a la administración catalana, pues nosotros hacemos lo mismo. Lo que allí sume puntos a favor, en el resto son puntos en contra. Vamos que los catalanes pueden acceder a cualquier parte de España y los demás tenemos que acatar sus órdenes para ir allí. Se debería invertir la situación. Si los catalanes se sienten extranjeros en España, que lo sean pero a todos los niveles. Como si fueran turistas. Estoy seguro de que cambiarían muchas cosas y quizás hasta perdieran esa arrogancia y prepotencia de la que presumen por todas partes. Y es que cuando se dan cuenta de que nos necesitan, su discurso cambia radicalmente. Justamente lo contrario de lo que sucede con Zapatero en las Cortes Generales.