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Desde mi escaño

Acaparador Garzón

Acaparador Garzón

El juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, debió tener una traumática infancia. Estoy casi seguro que el jienense fue de esos niños que cuando llegaban las Navidades se pegaba cual lapa frente a las cristalerías de las jugueterías y se pediría todo lo mejor. Sin embargo, cuando los Reyes Magos pasaban por su casa, le dejarían dos trastos y, seguramente, un gran saco de carbón por haber sido desobediente (algo que no ha cambiado, pero ahora la gravedad de sus hechos son mayores). Me imagino la pelotera de niño Baltasar, renegando incluso de su tocayo, el rey negro. Es más, seguro que si hubiera podido le habría emitido una orden de expulsión de España, que no hubiese sobrepasado los límites de África con el Mediterráneo.

Ya en serio, lo que sí parece muy preocupante del megajuez estrella es su exceso de protagonismo y de querer arrobarse todos aquellos casos que pudieran considerarse mediáticos. Da lo mismo el día, la hora o el lugar, allí donde hay un foco informativo de relevancia, llegada el personaje togado para hacerse cargo de la instrucción. De hecho, salvo los atentados del 11 de marzo de 2004, Garzón se ha encargado de los casos más espectaculares de los últimos tiempos y, de no ser así, pues el mismo se encargaba de echar andar peticiones como la de la remisión del certificado de defunción del Generalísimo o de la apertura de tumbas de los represaliados republicanos a manos de los acólitos de Franco. Lo de Garzón, qué duda cabe, es un estar permanentemente frente a las pantallas, que se vea quien tiene el poder (al menos así él lo cree).
Ahora, por pura casualidad, está con el caso de corrupción surgido en Santa Coloma de Gramanet, dentro de la Operación Pretoria, y donde están implicados el alcalde socialista y miembros muy cercanos al pujolismo. Sí, puede sorprender que su señoría se haya atrevido a meterse con el PSOE, pero no lo es tanto si tenemos en cuenta que el Supremo puede sentenciar, incluso, la expulsión o inhabilitación del señor Garzón por su prevaricación en el caso de las tumbas del franquismo. Me da la sensación de que la elección de este caso catalán no responde tanto a un capricho de protagonismo como sí a un aviso a navegantes para que tengan mucho ojo con lo que pueda dictaminarse en el Alto Tribunal.

De todas maneras, lo que pueda suceder con Garzón en el Supremo no dejará de ser una consecuencia directa de su voracidad y ambición. Quien ha tratado de polarizar todos los casos, sin dejar que muchos de ellos recayesen en quien realmente competía en ese momento, puede ser que ahora empiece a pagar esa actitud de trepa. Por lo pronto, tanto a él como a su amigo Bermúdez les dejaron sin ser presidentes de la Audiencia Nacional. Y ahora, con un poco de suerte, se dictaminará la inhabilitación del superjuez, ese capaz de entalegar a presuntos corruptos mientras él se marchaba de cacería con el entonces ministro de Justica, el señor Mariano Fernández Bermejo. Pero en esta vida, todo tiene un principio y un fin, algo que parecía desconocer míster Garzón.

1 comentario

Máximo Medina -

Garzón siempre ha sido el juez especial de la Audiencia Nacional. Todos los casos importantes iban a parar a sus manos como si tuvieran un imán. En especial los de corrupción política, donde tiene sumarios en marcha e investigaciones que no conoce todo el mundo. Ahora se impone sobrevivir y de ahí que instruya casos de todo tipo, contra todas las formaciones políticas, incluidas las nacionalistas. Cuando fue número 2 del PSOE a Madrid debió dejar la carrera judicial al margen, pero tras salirle mal el asunto político, volvió a la judicatura como si nada hubiera ocurrido. Se presupone la independencia de todo juez a la hora de juzgar un caso, pero el caso de Garzón es especial por su pasado reciente en una lista política. Quizás no haya ningún impedimento para que siga juzgando, pero en casos de índole política parece un poco fuera de lugar por su inclusión en una lista, aunque fuera como independiente.