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Desde mi escaño

Errare humanum est

Errare humanum est

Errare humanum est: errar es propio del hombre. Alienta a mostrar indulgencia generosa para las faltas resultantes de la ignorancia y de la ofuscación de los hombres, cuando la mala fe está ausente. Esto es lo que nos ha sucedido a todos los que, con un informe médico entre las manos, nos hemos precipitado en acusar a Diego P.V. de la muerte de la pequeña Aitana e incluso a sospechar de la propia madre como presunta encubridora de los hechos. Finalmente, con el tiempo necesario para que los profesionales sanitarios realizasen su trabajo en el Hospital de Nuestra Señora de La Candelaria, en Santa Cruz de Tenerife, se ha demostrado que las lesiones presentadas por la malograda menor eran producto de la caída desde un columpio y, aunque imperceptibles para la pareja, fueron la causa del posterior fallecimiento.

El joven de 24 años que se encontraba detenido por la muerte de una niña de 3 años en Canarias quedó en libertad sin cargos tras conocerse los últimos datos de la autopsia que lo exculpan de los cargos de maltrato y homicidio, tal y como informaron fuentes de la Delegación del Gobierno en Canarias. Ahora, según se ha podido conocer desde el entorno de Diego P.V., no se descartan actuaciones legales contra los responsables sanitarios del centro de El Mojón, en Arona, que dieron la voz de alarma y que al final propiciaron el arrestro y la estancia en prisión del padrastro. 

Cierto es que todos convenimos en la importancia de que exista este protocolo de actuación para detectar rápidamente casos de posibles malos tratos a los menores. Sin embargo, no siempre es buena la prisa, tal y como se ha demostrado en esta oportunidad. Aun a riesgo de hablar desde la ignorancia, quizá sería conveniente que, incluso en el supuesto de tener dudas sobre si se ejerce o no violencia sobre el menor, habría que activar todos los mecanismos para asegurarse fehacientemente de si ese pequeño está siendo sometido a palizas y, una vez demostrados los malos tratos, entonces sí proceder a la detención de quien procediese.

Obviamente, este hecho nos debe conducir a una necesaria reflexión, a pensar que no siempre las cosas son como se nos presentan inicialmente. Lamentablemente, y yo el primero, tenemos la tendencia a utilizar estos tribunales de papel o de soporte informático para acusar, para dictar una sentencia que, aunque firme sobre la hoja o la pantalla, no quita para que pierda su vigencia, como pasa en este caso. De todas maneras, aunque sin querer que sirva de excusa, también habría que pedir a los responsables médicos que atendieron en primera instancia a esta paciente que se planteen seriamente dar tan rápidamente la voz de alarma y que ello conllevase la detención de una persona que, después de dos días, se ha demostrado que no era culpable de nada, que la muerte resultó accidental, producto de una caída de un columpio. Seguramente, al daño de perder a su hijastra, hemos contribuido el resto de la sociedad a incrementarlo al hacer un juicio paralelo y con sentencia injusta.

1 comentario

Máximo Medina -

El error continuado y la sospecha han llevado a una situación extraña y tremendamente injusta. La investigación, incluida la médica, se ha cubierto de gloria y este caso debe servir para que nunca más se vuelva a prejuzgar sin conocimiento de causa. Los indicios pueden apuntar a un lugar, pero los hechos pueden decir todo lo contrario. No es cuestión tampoco de creer cualquier cosa que pueda contar un presunto delincuente, pero sí de tenerla en cuenta. Menos mal que al final la verdad resplandece, aunque por el camino se haya sembrado tanta sombra donde sólo había luz. Errar es de humanos, pero algunas de esas eqivocaciones pueden llegar a ser realmente imperdonables.