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Desde mi escaño

La irritante prioridad del móvil

La irritante prioridad del móvil

Recientemente tenía la oportunidad de leer una más que acertada carta en un periódico nacional donde se criticaba, y con toda la razón del mundo, una fea costumbre que se ha impuesto desde que los teléfonos móviles han entrado en nuestra vida. Decía esta persona que parece que ya se daba por bueno el que concedamos prioridad a los portátiles antes que seguir la conversación con nuestro interlocutor. Y, de acuerdo, en una charla con amigos, en un bar, por la calle, etcétera, todavía puedo entender que atendamos esa llamada o ese mensaje que recibimos, pero lo que ya no es de recibo es que sea el propio director de una sucursal bancaria el que corte el diálogo con el cliente porque al banquero le esté sonando su móvil particular. Digo yo, que tendrá prioridad la persona que tiene sentada frente a la mesa y no una comunicación de su ámbito privado.

 

Sin embargo, lo que debería ser norma de buena educación o de buenos modales ha mutado en la falta total de respeto por quien tenemos delante. Pasa en todos los ámbitos de la vida. Va usted a pedir información a una instancia oficial y el funcionario de turno ya puede estar ofreciéndote la explicación más compleja que como le suene su teléfono móvil te dejará colgado, a veces incluso por espacio de varios minutos.

 

Pero es que además esos malos usos del dispositivo se extienden no sólo a una cuestión de atención al público por parte del ímprobo empleado público, sino que también lo tenemos en la esfera cultural. ¿Cuántas veces no habremos tenido que llamar la atención a alguien porque le estaba sonando el móvil y nos interrumpe la película? O, peor aún, que ese mismo aparato suene en mitad de una representación teatral o en un concierto, ¿saben ustedes lo que puede provocar una distracción así? De verdad, estoy de acuerdo cuando en algunos cines o teatros se especifica claramente que toda persona que incumpla con la norma de apagar su teléfono puede ser desalojada de la sala.

 

Sí, siempre habrá quien alegue que necesita tener abierto su terminal por determinadas urgencias, etcétera, pero es que en ese caso, si uno piensa que le van a reventar la sesión o la obra por tener que atender una emergencia, entonces será mejor quedarse en casa o elegir una alternativa menos estresante para quien puede estar aguardando ese aviso y, de paso, tampoco le fastidia la obra de arte a quienes desean disfrutar de ella sin interrupciones. Pero vamos, ya les digo, confío más en que estas normas se cumplan en cualquier otro país antes que en España. Aquí, por desgracia, siempre nos gusta buscar la triquiñuela o saltarnos la ley y las recomendaciones porque sí.

1 comentario

Máximo Medina -

Este comentario viene a colación porque la educación se ha ido perdiendo, pero además a todos los niveles. Desde hace un par de años, no más, se ha venido instaurando en nuestra sociedad la cultura del móvil, también llamado celular (traducción chapucera del inglés, aceptada incluso por la Academia de la Lengua) en la América latina. Pues bien, antes era inconcebible que una persona dejara de hablar con otra por culpa del telefonillo, pero hoy en día es tan normal que si no contestas tu propio interlocutor te insta a que lo hagas. Otra cosa bien distinta es la utilización de estos aparatitos en lugares públicos (hospitales, gasolineras, cines, teatros, etc.), que debe estar penalizada incluso con el desalojo si es necesario. Pero preferir atender antes a una persona que está en la distancia que a la que tienes delante es una falta de educación e incluso una grosería. Por ello, no me extraña que en algunas fiestas de la jet set incluso se han llegado a prohibir. Los móviles, en principio, fueron creados para urgencias, para tener a mano la posibilidad de comunicarte con alguien en situaciones muy concretas, pero no para sustituir a los teléfonos fijos. Hay gente, cada vez más, que ha pensado justo lo contrario. Las compañías, incluso, han fomentado el uso del portátil antes que el fijo. A la larga les resulta mucho más beneficioso. Pero al vicio de pedir está la virtud de no dar. Aplíquense el cuento y utilicen el móvil sólo en casos excepcionales. Su bolsillo y usted saldrán ganando.