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Desde mi escaño

Reza, reza, que así baja el paro...

Reza, reza, que así baja el paro...

España marcha proa al marisco y la dramática situación por la que está atravesando no se resuelve ni yendo Zapateo diez veces más a rezar con Yes we can. La última estadística sobre destrucción de empleo resulta más que elocuente para inferir que, lejos de ver la luz al final del túnel, este presidente nos ha metido de lleno en una galería profunda y más profunda que la que tuvieron que recorrer los protagonistas de Viaje al centro de la Tierra, genial obra de Julio Verne. Oficialmente, ya son más de cuatro millones de desempleados, más los que sacan de esas listas del paro por la realización de los llamados tonti-cursos, aunque un amigo me apunta, pero con poca razón, la verdad, que es que en esas cifras están incluidos aquellos que aún no han tenido su primera oportunidad laboral. Pero, replico yo, ¿serán desempleados a fin de cuentas, cierto? Cuando alguien va a demandar trabajo es, obviamente, porque ya está plenamente facultado para enfrentarse al mundo laboral, pero las oportunidades que se le ofertan son prácticamente nulas, con lo que no deja de ser un parado más, como el resto de esos más de cuatro millones que estamos apuntados en las listas del INEM, conocido más popularmente como el Instituto de No Empleamos Mañana, ni hoy, ni ayer ni pasado mañana.

De todas formas, insisto en que el Gobierno actual se está tomando esta situación a verdadera chacota. Daba bastante grima ver el jueves a ZParo en el desayuno de oración escogiendo un pasaje de la Biblia en la que se hace una crítica velada a los empresarios en general, asegurando que muchos son explotadores y que tratan de evitar pagar el jornal a sus trabajadores. Bueno, esa situación, no lo voy a negar la han vivido y la hemos vivido muchas personas, no sé hasta qué porcentaje, pero lo suficiente como para colapsar los servicios de mediación y los juzgados para reclamar lo que en buena ley les y nos corresponde. Sin embargo, produce una hilaridad tremenda que sea ZP el que denuncie indirectamente esta situación, pero que encima lo haga aprovechando la distancia, en Estados Unidos. Debería de esperarle una comitiva de empleados que llevan meses sin percibir sus nóminas a la puerta de la Moncloa y reclamarle que lleve a la práctica ese discursito, ¿o es que se trataba de la enésima operación de maquillaje de nuestro mandatario para quedar como nadie frente a Obama? No lo dudo.

El problema, repito, es que cada vez estamos más ahogados en este santo país, que a muchos no les llega la camisa al cuello pensando que hoy mismo, tal vez, el jefe de turno puede llamarte a capítulo al despacho y soltarte eso tan bonito de que no llegamos a fin de mes, que la empresa está atravesando por una crisis sangrante y que se deben hacer sacrificios que pueden ir desde una rebaja sustancial en los emolumentos o, directamente, ponerte en la puerta de la oficina. Sin duda, todo un drama y es que con este Ejecutivo hemos llegado a ese punto de convertir un mísero empleo con cuatro euros aun más míseros en una especie de tesoro por el que todos somos capaces de matar y pisar al contrario. Si bien es verdad que el trabajo es un derecho, también ha de ser un deber que esté remunerado adecuadamente, pero es que si no se da lo primero, menos aún lo segundo. Y, a todas éstas, ¿dónde andan metidos los sindicatos?

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