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Desde mi escaño

Jiménez y la desmemoria del fútbol

Jiménez y la desmemoria del fútbol

Manolo Jiménez dejó de ser entrenador del Sevilla no este pasado miércoles de madrugada, sino desde la semana anterior, cuando cayó eliminado en la Liga de Campeones con el CSKA de Moscú. Había muchas esperanzas depositadas en la entidad hispalense de, cuando menos, pasar a los cuartos de final de la gran competición continental, máxime tras haber empatado a un tanto en la capital moscovita. Sin embargo, el traspiés en el Ramón Sánchez Pizjuán supuso la sentencia del míster sevillano y que el club se pusiera manos a la obra en la búsqueda de otro preparador. A la hora de escribir estas líneas la opción más sólida era la de Luis Aragonés.

 

De todas maneras, más allá del hecho en sí, lo que ha pasado en el Sevilla es un mal que se extiende como un virus por la casi totalidad de los equipos de la Liga española. En la capital andaluza, al menos todos los seguidores del conjunto rojiblanco, se habían acostumbrado a la época del caviar, a las dos UEFAS, a una Supercopa Europea y a una Copa del Rey. Eran los tiempos del hoy tan denostado Juande Ramos, cuando los sevillistas llegaron a soñar, incluso, con ganar una Liga. Pero Ramos se marchó por una suculenta y mareante oferta, dejando tirados a los andaluces a los dos meses de comenzar la temporada 2007/2008, y cogió las riendas del banquillo Manolo Jiménez, que estaba haciendo un temporadón con el filial. Los casi tres años de permanencia del de Arahal en la dirección blanca sólo han servido para ser comparado reiteradamente con su antecesor, a pesar de haber logrado clasificar al club en la Champions y llegar hasta la final de la Copa del Rey.

 

Esta historia se ha repetido en otras instituciones de igual calado que la hispalense. Por ejemplo, en el controvertido Atlético de Madrid, pocos entrenadores de la época moderna pueden presumir de haber repetido campaña. Antic, Aguirre o el propio Luis Aragonés han sido los últimos ejemplos de continuidad al frente de la entidad. Gregorio Manzano, hoy por hoy uno de los mejores preparadores de la Liga española, tuvo que irse con viento fresco por dejar al equipo clasificado para la Intertoto. Cierto sector de la prensa se encargó de echar a la afición en contra del de Bailén y hoy se reconoce desde el conjunto colchonero el error de prescindir de sus servicios.

 

O miren ustedes lo que ha pasado en ocasiones precedentes en Valencia o en Zaragoza. Técnicos de prestigio como Quique Sánchez o Marcelino tuvieron que dejar su puesto por, en unos casos, exigencias desorbitadas de unos seguidores que pensaban que el equipo no rendía lo adecuado, a pesar de estar tercero en la tabla o, como en el ejemplo de los maños, una directiva cicatera con el míster asturiano prefirió rescindirle el contrato, aunque luego tuvo que rascarse el bolsillo en traer siete refuerzos.

 

En fin, esta es la ley inexpugnable del balompié, donde lo logrado hace dos minutos carece de vigencia. Ni al propio Guardiola, al menos desde cierta parte de los medios de Madrid, le valoran lo conseguido a lo largo de 2009. Muchos, en un afán de supino atrevimiento, se han atrevido a juzgar que este Barça no es el mismo que ganó los seis títulos. Por supuesto que no lo es, pero es que no hay equipo en el Mundo capaz de repetir tal hazaña, aunque al menos no cayó en Copa frente a un Segunda B ni por sexta vez consecutiva en octavos ante un equipo de corte menor, dicho sea de paso.

1 comentario

Lewis Rogers -

En el fútbol, y más el actual, sólo se piden resultados. Hay excepciones, como en los casos del Real Madrid o Atlético, en los que también se solicita al técnico que el equipo juegue 'bonito'. Lo caro que cuesta una entrada de fútbol hace poco menos que obligatorio que el equipo gane y, luego, como añadido, que ofrezca espectáculo. En el Sevilla los jugadores se cansaron de Jiménez y éste ha pagado con su cargo la 'forma' de pensar del plantel. Los entrenadores, por regla general, no tienen defensores, sino sólo críticos. Cobran una buena pasta y muchos creen que en el sueldo tienen incluidos los sinsabores de los malos resultados. Cuando un club no alcanza sus objetivos, el responsable no es sólo el entrenador, hay muchos más detrás de todo el tinglado. pero sólo paga uno. Y, apuesto, no será el último. De aquí a dos meses habrá algunos despidos más. Los presidentes viven de eso, de que otros paguen por errores de gestión.