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Desde mi escaño

En defensa de Gonzalo Castañeda

En defensa de Gonzalo Castañeda

El patrimonio de un periodista, de un comunicador, de un contador de cosas es la verdad. Si el reportero miente en los hechos, diluye la realidad o se niega, resueltamente, a rectificar los errores, todo el peso de la ley le caerá, indefectiblemente, encima. Seguramente, tendrá que dejar su profesión por mentiroso y porque lo exige el código deontológico de nuestra preciosa profesión. Sin embargo, y este es el caso que me ocupa, contar las cosas tal y como son le está generando más de un problema a mi amigo y excelente profesional de Pulso Radio Tenerife, Gonzalo Castañeda.

Desde hace algunas semanas, el pequeño dictadorzuelo, esa especie de romano cebón, amigo de los actos suntuarios y de autobombo para mayor gloria de su oronda figura, que es el alcalde del Puerto de la Cruz, Marcos Brito, la ha cogido con el señor Castañeda por decir la verdad y nada más que la verdad. El regidor, que entiende que el único argumento que debe imperar es el suyo, se ha tomado como una afrenta personal las críticas del periodista porque, entre otras cosas, estamos a puertas de unas elecciones y no interesa que salgan trapos sucios de un alcalde que nunca ha triunfado por la vía de las urnas, sino por pactos y, mayormente, por las trapaleras mociones de censura.

Castañeda, y hablo con toda la objetividad del mundo, es uno de esos periodistas que hacen falta en esta profesión, al igual que el responsable del Digital de Canarias, David Cuesta. Estas personas no se paran en barras, le dan al de la izquierda, al de la derecha, al del centro, al nacionalista y al independentista. Las cosas son como son, pero en una tierra gobernada por caciques, por los que llevan en el poder décadas, la costumbre es la de no hacer daño por si me quitan la publicidad, la subvención institucional y, claro está, así se está haciendo un periodismo de cámara, cortesanos de la pluma a los que sus jefes no les dejan escribir de tal o cual cosa porque se pueden cargar las perritas prometidas de la campaña de turno.

Por eso, cuando salen profesionales maravillosamente irreverentes como los señores Cuesta y Castañeda, el político de turno rechina, empieza a mover los mecanismos para hacer callar al periodista y, si no lo logra, es capaz de presionar ya no al director del medio, sino al empresario de turno al que, normalmente, no le supone un gran trauma tener que sacrificar a un peón con tal de tener el pesebre de las subvenciones asegurado por toda una legislatura (o las que sean menester).

Por eso, desde esta humilde tribuna, mi apoyo absoluto a Gonzalo Castañeda porque profesionales de esta estirpe salen de Pascuas a Ramos y en el caso del responsable de Pulso Tenerife, por mucho que le quisieran callar, tiene un futuro brillante por delante, sea en Tenerife, en Madrid o donde él quiera. Si un día me saco la primitiva, la euromillones o la quiniela, monto una emisora y le hago un contrato que ríanse ustedes del de Cristiano Ronaldo.

1 comentario

Máximo Medina -

Apoyar a un periodista cuando se encuentra se su óptica de criticar a un político es algo que está bien visto en este país. No es cuestión de corporativismo, sino de que el político de marras tiene a su alcance muchos más recursos para tratar de desprestigiar a su oponente. El pesebrismo (vivir a la sombra de la subvención, la campatiña y demás) se ha instaurado en la mayoría de la prensa española, pero, aquí viene lo bueno, no es por culpa de los profesionales de la información, sino que quienes les pagan, sus empresarios. Ya hace algún tiempo relaté en este mismo foro que cada vez que un medio de comunicación caía en manos de una persona ajena al mundillo se perdía gran parte de la esencia del informador o contador de noticias. Y es que el empresario en cuestión también tiene sus intereses particulares (perfectamente legítimos) que tarde o temprano entrarían en confrontación con diversos temas candentes de la actualidad. Encontrarse eso de "esto lo destacamos y esto, no" es algo ya normal en el día a día de un medio, cuando hace apenas dos décadas resultaba impensable. Tanto en la política como en el periodismo hay gente honrada, gente seria y hay también gente educada. Lo malo llega cuando ninguna de las tres premisas anteriores aparece por ninguna parte. Entonces tenemos un lío que generalmente nunca suele acabar bien. Es aquello de que la cuerda se rompe por el lado más débil. Pues eso.