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Desde mi escaño

Sindicalistas de ayer y de hoy

Sindicalistas de ayer y de hoy

El sindicalismo español de hoy (al menos el que representan UGT y CCOO) nada tiene que ver con las reivindicaciones y la acción de lucha de demostraron en etapas pretéritas los máximos exponentes de estas dos grandes centrales. La estrechez de miras de los Méndez y Toxo choca de pleno y de plano con las actitudes beligerantes, pero siempre dentro de un contexto negociador, de Fidalgo, Gutiérrez, Camacho o Redondo.

No creo que en la época de Nicolás Redondo o Marcelino Camacho se llegase al extremo de aguardar medio año para convocar una huelga general. Es más, los afiliados a esos sindicatos se hubiesen dado de baja masivamente. Llevamos mucho tiempo aguantando las veleidades de un Zapatero que se ha puesto el mundo por montera, que cree que puede hacer y deshacer a su antojo. Ha pensado que tenía de su lado a los sindicatos y a los asociados de la plataforma de la Ceja (los artistas), pero hasta estos, cuando han visto en peligro sus cuantiosas prebendas, piden ahora que el país se paralice.

Hace unos días, en un artículo en el que también abordaba el tema de la huelga, un lector opinaba que mi reflexión rayaba casi en el vómito. Entendía este señor que yo estaba en contra de la movilización del 29 de septiembre. Y sí, estoy en contra tal y como ésta se ha planteado, pero no estoy en contra de que a ZP se le haga llegar un mensaje muy claro por parte de la ciudadanía, de ese grupo de personas que tenemos un criterio propio, que no tenemos ni nos dejamos marcar la agenda por unos sindicatos cobardes y rastreros, que han permitido que el contador del paro haya rozado los cinco millones de personas y ellos, especialmente Méndez, mandándose homenajes gastronómicos. Eso es lo que no es de recibo.

España no es que merezca ya otro presidente, también merece figuras sindicales serias. Fíjense, por ejemplo, en los tiempos de Aznar, donde ya empezaba a despuntar Méndez, como eran las cosas. Sólo se le montó una huelga general, por las dos y media que le hicieron a González. Eran tiempos donde los sindicatos, con un componente claro de izquierdas, demostraron llegar a muchos más acuerdos con un gobierno de derechas.

Zapatero sólo ha planteado sus reuniones con los sindicatos (y con cualquier gato que pasara por su lado) como una política de maquillaje, de imagen. El mismo no negó el otro día que aquí lo importante es la foto. Eso, pura superficialidad, una capa de barniz de buenas intenciones, pero vacua en cuanto a los hechos. Esto es lo que hasta la fecha han tolerado y consentido los señores Méndez y Toxo, que nadie se lleve a engaño. Lo del 29-S es un paripé, una tramoya perfectamente diseñada para distraer, para hacer ruido. Unos y otros se necesitan, aunque tengan que hacer, por el momento un papelón de extras en 'Y si no, nos enfadamos', una hilarante película de Bud Spencer y Terence Hill.

1 comentario

Máximo Medina -

Apenas quedan 48 horas para la huelga general y cada cual se está colocando en su lugar. Ahora resulta que al Gobierno, de ZP y sus adláteres, no les interesa que el paro convocado por CCOO y UGT sea un fracaso y si bien no insta a secundar el paro, tampoco hace mucha propaganda en el sentido contrario. El PSOE se ha dado cuenta de que ha metido la pata y sus 'colegas' ugetistas y comisionistas van a pagar el pato de tanto disparate. Las centrales están obligadas a la convocatoria por la reforma laboral y el Ejecutivo que tanto les ha apoyado y entendido hasta ahora está en la acera de enfrente. Dos enemigos que no quieren pelear, una guerra que no es un conflicto bélico. En fin, todas esas historias de la izquierda progresista y de la que no lo es. La huelga no debería fracasar, porque si no la siguiente etapa es poner en tela de juicio el papel de las centrales en la economía moderna. Lo que nunca ha sido puesto en tela de juicio en ningún país, en España puede llegar a la paradoja: no hay representantes de los trabajadores, justo porque los trabajadores no lo quieren. Es como un sueño para la derecha y el empresariado. Así, que Dios nos coja confesados.