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Desde mi escaño

Una vida salvada, pero...

Una vida salvada, pero...

Se llama Pilar y tiene 64 años. Afortunadamente, una noticia sobre malos tratos no empieza con el famoso se llamaba tal, tenía tantos años y era madre de equis hijos porque eso indicaba que la víctima había fallecido a manos de su agresor. Me alegra saber que esta persona, natural de Tafalla, haya escapado del infierno del maltrato. 44 años de convivencia y cinco hijos en común no sirvieron a quien había sido su esposo para ser feliz. Precisaba de ser un gañán con pintas, un hombre de modales tabernarios, de tasca de mala muerte y que, en un arrebato de rabia de su esposa, acabó en la morgue.

Lo que sucede, y aquí viene el contrapunto a la algarabía por el hecho de que se haya salvado la vida de un mujer, es que tampoco podemos convertirnos en los ejecutores de la Ley del Talión. El ojo por ojo no es deseable en una sociedad occidental que tiene que seguir progresando, rompiendo barreras y tabúes de la mejor manera posible, por la vía del diálogo. Y es que, entiéndame ustedes, no he leído en ninguna de las noticias que esta mujer hubiese interpuesto denuncia alguna contra su esposo. Siquiera los cinco hijos, conocedores de las torturas psicológicas a las que su padre la sometía, fueron capaces de presentarse en comisaría.

Entiendo que cuando la vida de una persona está en peligro uno saca las fuerzas de flaqueza necesarias para defenderse como gato panza arriba. Seguramente, el marido de esta mujer adoptó una actitud mucho más que amenazante para que ésta agarrase un cuchillo, se lo clavase y lo dejase tieso por toda la eternidad. Ahí no me voy a poner con paños calientes porque, siempre según el testimonio de Pilar, era su vida o la de él.

Pero insisto en un hecho relevante, el de la ausencia de denuncias. Dicen que no es tan sencillo interponer denuncias por malos tratos, que el protocolo no siempre funcionar debidamente, que las medidas de alejamiento suenan a risa, que los chips localizadores se cotizan a precio de oro. Bien, pero vuelvo sobre lo mismo. No existen esas denuncias o, por lo menos, no se han hecho constar en el juicio, algo que sería una prueba más que fehaciente para que ni tan siquiera se hubiese tenido que llegar a la instancia judicial. Con eso hubiese bastado para archivar el expediente y que esta víctima de violencia de género no hubiese tenido que transitar por comisaría y los juzgados.

Me alegra sobremanera que Pilar lo pueda contar, que sus hijos no tengan que velar la pérdida de su madre, pero tampoco tiraría yo cohetes cuando, reitero, nunca esta mujer se presentó en los juzgados a interponer la correspondiente denuncia. Y no estamos hablando ni de 44 días ni de 44 meses, sino de 44 años de matrimonio y de unos hijos que acabaron por largarse de un hogar donde no se podía vivir. Perfecto, pero a mí hay algo que no me termina de hacer clic. Es como ese puzzle gigantesco donde falta por encajar una pieza.

1 comentario

Máximo Medina -

Quizás la pieza que no encaje sea la de la cultura del juzgado. El ciudadano medio en general no suele acudir a la Justicia así como así, más bien la mayoría de las veces lo hace forzado por las circunstancias y porque no encuentra otra salida para su situación. No olviden el refranero español en el sentido de "vale más un mal acuerdo que un buen juicio" y es que además en las instancias judiciales los casos se eternizan en trámites y plazos, con lo cual todo el sistema se vuelve lento y hasta perezoso a ojos de la ciudadanía. Esta mujer que se describe en el artículo lo que único que hizo fue adelantarse a los acontecimientos y evitar que tanto ella como sus hijos pudieran correr peligro. También parece obvio que pese a no mediar denuncias todos tenemos derecho a defendernos de una agresión, incluso antes de que ésta ocurra y más si nos va en ello la vida. Con unos casos más como el presente, muchos maltratadores se pensarían antes realizar sus vejatorias acciones. Aunque, creo que no atienden a ningún antecedente...