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Desde mi escaño

Idiotez apellidada

Idiotez apellidada

Noticia de última hora, José Luis Zapatero Rodríguez crea el Ministerio del Apellido. Oiga, que diría mi amigo Sabina Padrón (consio, ya me alteró el orden de la procedencia paterno-matena), que le ha desordenado al presidente lo que viene después de su nombre. Pues sí, pero es que ZP es muy amante de la igualdad y, mire usted, resulta que ahora prioriza el Zapatero por encima del Rodríguez. No es que sea madrero, es que es muy feminista, ¿o no se acuerda usted del ista, ista, ista, Zapatero feminista? Pues eso, que así se las gastan aquí determinados politicastros, carape.

Pero bueno, a estas alturas de la película legislativa, ¿nos vamos a sorprender por el nuevo invento monclovita? La verdad es que no. Esto es una de las tantas cortinas de humo que gestan a la perfección desde la churrería socialista. Se trata de naderías, como la porra, muy grande, pero rellena de aire. Sólo es una masa grasienta, pero cuando uno investiga un poco y se encuentra con el vacío más absoluto. Esas son las propuestas e ideas del PSOE zapateril, cantos de sirena, gestos de cara a la galería, pero que no tienen ni fuste ni fundamento.

A mí, qué quieren que les diga, esta soplapollez del orden de los apellidos o de que haya que priorizar el orden alfabético supone una pérdida de tiempo y crear polémicas donde no las hay. ZP está por la labor de cargarse una tradición que, discutible o no, es como hemos funcionado durante las últimas décadas. Es tan simple como que yo me apellido Alonso Velarde, pero es un detalle nimio. No voy a querer más a mi padre o a mi madre por tener un apellido delante del otro. Es más, mis columnas siempre están coronadas por Juan Velarde (el nombre de él y el apellido de ella y así todos tan contentos), pero perfectamente podrían haber sido suscritas con Juan Alonso, Antonio Velarde o lo que ustedes quieran.

Eso sí, pónganle el cuño de que con esta medida vamos a asistir a una nueva fuente de ingresos para los abogados y a más carga de trabajo en los juzgados. Es lisa y llanamente buscar problemas donde no los hay. ¿Se imaginan ustedes a esa pareja que tiene la fortuna de ser padres, pero empiecen a litigiar por los apellidos? Ella, que primero el suyo, Bacallado (por ejemplo) y él que no, que debe ser el suyo, Gómez (también a modo de ejemplo). Total, que ni jugándoselo a los chinos ni el criterio de la prioridad alfabética (ahí ganaría ella), esto acabaría irremisiblemente en manos de un juez o de un jurado popular. Como vaya todo tan rápido como el resto de asuntos, igual el niño llega a la mayoría de edad únicamente con el nombre. Oiga, ¿y los apellidos? me interpela mi tocayo. Fácil, Pendiente de Confirmación (y encima eso, un de que revela origen aristocrático).

1 comentario

Máximo Medina -

¿Qué? Me respondió ayer un amigo al preguntarle sobre esto de los apellidos. "Qué tontería, estos son los progres de España. Así nos va". Es algo que no nos lleva a ninguna parte y también quizás a que cuando un hombre se case con la parienta mire primero su apellido y que por orden alfabético vaya detrás. Porque no habrá que ir a ningún juzgado, sino que cuando no haya acuerdo entre los padres al ordenar los apellidos del hijo, el registrador pondrá primero el que corresponda por orden alfabético. Mi nombre, por tanto, está bien... en orden, quiero decir. Pero se olvidan los socialistas, creadores de cortinas de humo y además sin humo, que con mayoría de edad uno puede ir al Registro Civil y cambiarse el nombre, los apellidos y lo que le dé la gana. Entonces, en ese caso, ¿qué hacemos? Un ejemplo. Me llamo Graciano Palomo Pérez y quiero cambiar mi nombre por Manolo (no Manuel) González Romero. Nadie me puede decir nada al respecto. Y, claro, todo este tinglado de "igualdad" como dijo ayer el infumable ministro de Justicia, ¿dónde queda? En el baúl de los recuerdos. Más cuestionable me resulta a mí eso de la desaparición de los libros de familia. Es como si la unidad familiar desapareciera por decreto ley. Hombre, siempre podré decir que soy hijo de mi padre y de mi padre, otra cosa será que me lo crean, porque no tendré nada con qué acreditarlo. Amigo Velarde, o Alonso, o como quiera usted llamarse, que estamos llegando al colmo de los absurdos. Lo mismo dentro de unos años nos quitan el segundo apellido como hacen los sajones. Si es que...