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Desde mi escaño

Sinvergüenza desmemoriado

Sinvergüenza desmemoriado

Siempre lo he dicho y lo mantengo. El socialismo, al menos el representado en las últimas décadas, hiede a sinvergonzonería, caradurismo, hipocresía y amoralidad. Las manifestaciones de Felipe González al periódico El País dejan bien a las claras que estamos frente a un personaje que considera que los españoles, perdón por la expresión, somos imbéciles. El inventor de la cultura del pelotazo, el míster X del GAL, el hombre que corrompió toda la vida pública de la nación, se presenta ahora como alguien al que los acontecimientos le superaron, que nunca supo que sus más fieles colaboradores le habían traicionado y lamenta, pásmense ustedes, no tener los ahorros suficientes como para comprarse un terreno. ¡Hay que echarle bemoles al asunto!

No nos puede extrañar, sin embargo, que FG, al que ya se le llamaba popularmente Albal, porque era quien mejor envolvía a los chorizos, haga este ejercicio de amnesia, de poner cara de yo no he sido, que pregunten al de al lado. Este caballero, con el oficiante Iñaki Gabilondo, tuvo la santa caradura de decir a los telespectadores que él no tenía nada que ver con la guerra sucia de los GAL y que estaba poniendo los medios para atajar una corrupción a la que él era ajeno. Claro, los Fondos Reservados, como es bien sabido, son de libre acceso para todos los españoles. Por eso, este fin de semana tomé prestados un par de miles de euros para hacerme un viaje a Barcelona e irme a la Clínica Corachán a hacerme un chequeo con la inexistente doctora Bacallado y en Navidades me iré al Caribe, también a cuenta de esa partida. De verdad, es que es para miccionar y no echar gota.

Pero esperen, que aún hay más, dice nuestro ex presidente socialista que él, ahora mismo, sólo anhela tener algunos ahorros para poder comprarse un pisito o tener un terrenito. Hay que tener unas tragaderas de campeonato para que el papel no se rasgue o que la página web no se bloquee ante tal demostración de mentiras. Es que lo de González es una perla tras otra. Sin estar en las grandes listas oficiales, la fortuna del ex jefe del Ejecutivo español es una de las más relevantes, desde luego nada que ver con las apreturas de cualquier mileurista. Sus aficiones como gemólogo le han reportado suculentos beneficios y sus negocios con personajes tan poco recomendables como Carlos Slim y otros afines a las dictaduras caribeñas le han proporcionado una jubilación doradísima.

González, ya en el colmo del despropósito, niega cualquier posibilidad de acercarse al mundo de las tertulias y para ello recurre al manido ejemplo de Manuel Azaña, que decía que cada ciudadano debía limitarse a hablar de lo que sabe. Posiblemente, si Míster X hablase solamente de los conocimientos adquiridos en 14 años de estancia en la Moncloa daría de sobra para hacer varias tesis doctorales sobre la corrupción, los crímenes de Estado, la chapucería a la hora de acabar con ETA o los espionajes a todos los españoles, labor ésta que prosigue a la perfección el ministro que te la clava, el señor RuGalcaba, curiosamente hombre fuerte del felipismo en sus últimos estertores.

1 comentario

Máximo Medina -

Felipe González fue todo un símbolo en la España de los 80, pero su estancia en el poder fue decayendo hasta acabar como lo hizo, tras multitud de sospechas y con un bagaje que remachó todo lo hecho anteriormente, que cosas buenas ejecutó pero también otras penosas. El presidir un Gobierno y no saber lo que hacen sus 'empleados' directos tiene una doble connotación: 1) si no sabía lo que ocurría, malo, porque es su obligación conocerlo; 2) si lo sabía y se hacía el sueco, más que malo, peor. El declive de Felipe llegó cuando su incondicional Guerra se vio obligado a marcharse y definitivamente cayó cuando fue acusado desde todos los frentes, excepto de uno llamado istmo. Suerte tuvo el PSOE de que tan disparate sólo le costó 8 años en el ostracismo, porque a cualquier otro partido lo habría dejado marcado de por vida. Lo que nunca entenderé es por qué los expresidentes de España se ponen a hablar de sus peripecias en el poder como si tal cosa. ¿Han oído o visto alguna vez a un expresidente de Francia, Alemania, Reino Unido o Francia, comentar cualquier asunto de su época de Gobierno? La verdad es que ni siquiera a los Bush, que tendrían mucho que decir.