Blogia
Desde mi escaño

Sinde...cencia

Sinde...cencia

¿Somos una España Sinde? ¿Sinde dice usted? Sí, hombre, sinde…mocracia, sinde…cencia y sinde…ontología. ¿O acaso es que no se ha enterado, mi querido amigo, de las revolucionarias declaraciones de la señora ministra de Cultura, la sinpar Ángeles González Sinde, la que ha resuelto tajantemente que los artistas (incluidos los cejateros) no tienen derecho a opinar del conflicto del Sahara porque no tienen ni idea de lo que allí pasa (y además hubo muertos de los dos lados, grita desde el Senado MiniTrini, no vaya a ser que se mosquee el vecino marroquí).

Pues sí, esta es la España con la que nos despertamos diariamente, una pléyade de ministros incapaces, ineptos y que sólo tienen a Rugalcaba para estar en todos los frentes, pero claro, aún no han logrado clonar al químico y las tonterías siguen campando a sus anchas, a razón de 10 resbalones diarios por metro cuadrado. Especialmente, seguiremos escuchando sandeces y tontileneces en aquellos departamentos que no tengan un mayor interés para el Gobierno y Cultura, claro está, no es de las prioridades de este Ejecutivo. Por eso funciona como funciona y hasta se atreve a enmendarle la plana al lobby pancartero del Nunca Mais y del No a la Guerra.

Por supuesto, no voy a realizar una defensa a ultranza de estos artistoides-pegamoides, pero sí que siempre apostaré por la libertad de expresión y nadie, se apellide Sinde o Sandez, está en el derecho de capitalizar las opiniones que vierten los demás. Todas, como esta misma que ustedes pueden leer, corre el riesgo de estar errada, de que no estén de acuerdo con ella, pero lo que importa es que tengo un espacio de libertad para plasmar mis ideas, mis pensamientos, lo que sea.

Lo curioso del caso es que cuando el clan de los Bardem, reconvertidos luego en el club de la chapa-pegatina, para refundirse finalmente en la plataforma cejatera, salían a la calle para protestar contra la guerra de Irak o contra Israel nadie, ni siquiera la propia Sinde, que salía en animada caminata pancartera, se atrevió a decir ni media sobre el vasto o nulo conocimiento de la realidad iraquí o la judía. Nada, todo eran risas viendo los insultos que se proferían contra el gobierno de Aznar y los improperios contra el pueblo israelí por lo que estaba pasando con Palestina.

Ahora, en cambio, parece que a los artistas les ha venido un brote de amnesia con respecto a Marruecos. Ellos han opinado, pero Sinde, perfecta distribuidora de los conocimientos geopolíticos mundiales, ha dictaminado que no, que ese tema no lo han dado los pegamoides y que mejor no hablen de lo que no saben, no vaya a ser que en materia de subvenciones les ponga un cero Zapatero.

2 comentarios

Misifuta -

"¿Qué será cuando deje el ministerio? Probablemente la oscura trabajadora audiovisual que ha sido hasta ahora. No tiene por qué cambiar"

Sí, pero con un sueldo vitalicio diez veces superior a lo que cobraría en cualquier trabajo "normal" tras haberla cagado TANTO

Máximo Medina -

La ministra González pasa por ser, para mí, la miembro del Gobierno más política de todas. Supera incluso a la Pajín, porque todo lo en la oscuridad y con intenciones claras de dirigir el cotarro, pero sin que se le vea. Es la capitana contra las descargas ilegales, cuando en EEUU ya han solucionado en parte el invento bajando los precios de películas y cedés de música. Pero España es diferente. Esta señora, que probablemente no sabrá dirigir ni su propia casa (para eso tendrá algún asesor escondido), se atreve a opinar, sepa o no, de cualquier cosa y encima es capaz de decir a los demás sobre qué deben opinar y sobre qué no. La ministra de Cultura en cualquier país debería estar contenta de promover debates y encuentros, la nuestra hace todo lo contrario, sobre todo si alguien no le baila el agua, porque es la dueña de las subvenciones y de la producción cultural del país. Más sectaria no puede decir y olvida las buenas maneras con una facilidad pasmosa. ¿Qué será cuando deje el ministerio? Probablemente la oscura trabajadora audiovisual que ha sido hasta ahora. No tiene por qué cambiar.