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Desde mi escaño

Insolidarios con pantalón corto

Insolidarios con pantalón corto

Lamentable y real como la vida misma. Nuestros futbolistas (al menos los de Primera División), estos mismos que ganan un pastizal al año, se niegan resueltamente a jugar en la jornada del 2 de enero. Dicen que no les toca, que por convenio se supone que es una fecha de descanso, pero que, claro está, si se mejorasen determinados aspectos económicos…pues entonces no les importaría ponerse a correr detrás del balón. Es decir, al final se les ve el rejo pedigüeño y plañidero.

Nuestro balompié, desgraciadamente, no está montado ya para el gran público, sino que una élite o una casta mediática es la que hace y deshace a su pleno antojo. Ahora coloco partidos aquí, los quito de allá, me guardo el derecho de dar en abierto el partido del siglo y así un largo rosario de argumentos que han conseguido algo muy sencillo, que los espectadores acaben por no acudir, al menos en campos visitantes, a animar a su equipos. No hay planificación posible y todos los viajes que antes se cerraban con meses de antelación no se pueden certificar hasta una semana antes.

Y digo que ya este deporte no está pensado para las masas como antaño porque es justo en Navidades cuando más jornadas futboleras debería haber. Voy al modelo clásico, la Premier League y su famoso Boxing Day, con grandes enfrentamientos durante las fechas vacacionales. Pero vayamos también a la NBA, donde la competición sigue su ritmo durante las Navidades. Show must go on, el espectáculo debe continuar, pero nuestro fútbol se ha puesto la coraza sindicalista desde hace ya algunos años. Quieren ganar más y jugar menos.

Posiblemente, más de uno me acuse de demagogo, pero es que, digo yo, ¿acaso no trabajan muchísimas personas el 2 de enero? Millones, amén de los que también lo harán el día 1, el 31 de diciembre, etcétera, etcétera. Y encima, añado, el fútbol no es una profesión, por lo menos en esos niveles competitivos, donde se tenga a los deportistas como esclavos. Viven de maravilla, ganando millones a espuertas por pocas horas a la semana de entrenamientos, 90 minutos de partido (que a lo sumo tienen dos a la semana) y se creen que más privilegios que quien está ocho horas diarias sobre el andamio y, por supuesto, cobrando más que nadie.

Aquí hay que dar ya un golpe sobre la mesa y poner orden en este gallinero. No es ético ni decoroso que estos privilegiados de pantalón corto salgan con argumentos de este tipo. Estoy convencido de que los dependientes de El Corte Inglés, Carrefour, Media Markt o de cualquiera de las tropecientas tiendas que abrirán el 2 de enero también querrían quedarse echados a la bartola, pero tendrán que cumplir con su cometido, ¿por qué entonces los futbolistas no?



1 comentario

Lewis Rogers -

Estoy de acuerdo con los futbolistas en una cosa: si el convenio pone que no se juega, pues no se juega. Y punto. Ahora bien, lo de los cambios de los partidos no son de los jugadores, sino de los clubes y las televisiones que no ven la forma de sacarle aún más el jugo al negocio. El aficionado y las quinielas, que pagan una pasta todas la semanas, son lo de menos. Por otro lado, coincido con los profesionales en su afán de jugar menos y cobrar más, porque el trabajo muchas veces no es la felicidad y nuestras leyes dicen que el trabajo es un derecho, pero no una obligación. Ahí están los cinco millones de parados. Mi aspiración, y la de cientos de millones de individuos, en la vida es trabajar lo menos posible y ganar lo máximo. Si lo consigo seré competitivo. Si no que se lo digan a nuestro Gobierno, parlamentarios y demás familiares (comunidades autónomas, cabildos, ayuntamientos). Si es que sólo tenemos una vida, que si no...