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Desde mi escaño

La cultura no cotiza (España Siglo XXI)

La cultura no cotiza (España Siglo XXI)

España, siglo XXI. Llamarse Toni Genil, Margarita Seisdedo, Lydia Lozano, Karmele Marchante, Carmen de Mairena o Belén Esteban y no tener absolutamente ni idea de cultura general es un seguro de vida para ganarse la ídem. En cambio, si te llamas Víctor Castro y demuestras tener un amplio bagaje de conocimientos, a lo sumo te puede servir para presumir de sabiduría y habilidad en un concurso televisivo, pero luego no te comes un colín en la vida profesional. Dicho en plata, que no te dan curro aunque seas todo un licenciado en Filología Germánica, Románica, estés a punto de doctorarte en Lingüística y encima tengas siete años de estudios de piano.

Resulta curioso que, valga el chascarrillo, que siendo todo un experto del piano, aún no haya dado con la tecla correcta para encontrar una colocación acorde a sus méritos que, al socaire de ese currículum, debería de ser pieza codiciada por muchas empresas, institutos y hasta universidades. Pero no, aquí el mérito de esta España del siglo XXI es no tener la menor de las vergüenzas en, por ejemplo, bajarse el trasero y mostrárselo a toda la audiencia (Toni Genil en ese programa de Telecinco donde varios parásitos como él conviven en una isla) o soltar barrabasadas varias en horario de prime time como si fueses una eminencia de Harvard (Belén Esteban).

Lamentablemente, hoy se paga mucho más por la zafiedad que por los buenos modales y ya no te digo si estos vienen acompañados de una vasta cultura. Aquí se prima el hecho de ser una persona basta, capaz de hacer más que el monigote en la pequeña pantalla. Nadie entiende que alguien sin mayor formación como esta señora de San Blas (me niego a llamarla la princesa de…) puede facturar cientos de miles de euros al año, que haya conseguido enchufarse en la que en sus inicios llamaban la pantalla amiga y que los italianos estén aflojando ese fleje de billetes como si no costara.

De acuerdo, al final todo va en función de la publicidad y si ese programa, Sálvame, lo ven 50 veces más que un Saber y Ganar, es verdad que igual esos cientos de miles de euros son sólo un pequeño, un nimio porcentaje de lo que ingresa la cadena de Fuencarral, pero aquí hay una disfunción clara y es que mientras una persona, Víctor Castro, trata de ganarse la vida de forma honrada, la señora Esteban vive del tranque y del trinque constante. No es que robe, que desde luego no seré yo quien afirme tal cosa, pero en cierta medida es una estafa moral que una don nadie pueda llegar a fin de mes sin haber demostrado absolutamente nada; y este señor tenga que estar prácticamente mendigando por un empleo; y eso que con su éxito en Saber y Ganar, en La 2 de TVE, está siendo reconocido e igual se le abre alguna que otra puerta, algo mucho más digno por lo menos que tener que abrirse de piernas o bajarse el tanga.

1 comentario

Máximo Medina -

Lo anormal es lo que está de moda; lo otro, no mola, porque es lo cotidiano. Los espectáculos se basan en que alguien vea lo que no puede percibir en su barriada, lo que no encuentre en su día a día y de ahí que todos esos personajes que ha citado en su artículo tengan ya un sitio en la caja tonta (más tonta que nunca). Es un producto que se consume de la forma más sencilla, sin tener que pensar mucho y eso hoy en día se le llama entretenimiento. Eso sí, un ocio absurdo que en nada enriquece a quien lo ve (padece) pero que tampoco le causa un trauma, a no ser que fuera sicológico. Hay mucha gente que sigue a diario las andanzas de todos esos grotescos personajes. En mi caso, ni tan siquiera me interesan. Puede que hasta sea una rareza, de las que las cadenas de televisión, si pueden, también sacarán partido.