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Desde mi escaño

Anders Behring Breivik

Anders Behring Breivik

Anders Behring Breivik. Posiblemente, este nombre no les diga nada, así, a bote pronto, pero se trata de máximo criminal que ha conocido Noruega, el autor, presuntamente el solo, del primer atentado de la historia contemporánea del país nórdico, un joven apuesto, bien parecido, alguien con una formación académica respetable y que no parecía tener más problemas de los que puede tener alguien a sus treinta y pocos años, a excepción de que hace una década fue detenido por posesión de armas. Juventud, alocada juventud.

Sin embargo, ¿qué puede pasar por la cabeza de una persona para cometer tan atroz matanza? ¿Qué intereses ocultos tenía este sicario de gran escala para voltear por completo la paz de un pueblo que jamás había conocido el horror de las bombas o de los disparos, donde ni siquiera la policía sabía en los primeros minutos como actuar ante semejante carnicería?

A uno le cuesta pensar enormemente que una sola persona haya sido capaz de realizar tales actos, porque no estamos hablando solamente de las bombas, sino de una matanza posterior. O este tipo es un auténtico cerebro, una inteligencia superior, o no cuela la tesis de que haya podido hacer sin la ayuda de nadie este atentado. Es verdad que con la ayuda de la tecnología se pueden hacer verdaderas virguerías y que se puede activar una bomba desde mucha distancia mientras al mismo tiempo se coge un arma y se fríe a tiros a docenas de personas, pero insisto en la tesis de que me cuesta mucho creerme que haya sido obra de un elemento que el día tal se levantó con ganas de perpetrar una masacre.

Lo que sí es verdad es que esto nos debe llevar a una reflexión importante. Hoy en día cualquiera de nosotros puede ser un terrorista en potencia. A lo visto en este caso, sólo nos hacen falta unas pequeñas nociones de electrónica, de química y pumba, a perpetrar atentados como si no costara. A mí, sinceramente, me aterra sobremanera que mañana pueda haber otro descerebrado que quiera alcanzar la notoriedad de Anders Behring Breivik y que decida ponerse el mundo por montera y se líe a tiros o a bombazos. Sea como fuere, solo espero en que ningún Gobierno tenga la tentación de hacer leyes al estilo de por si acaso, que aquí ya tuvimos hace años la famosa Ley Corcuera, la del patadón en la puerta, y la Justicia, a Dios gracias, tumbó la norma por anticonstitucional.

Lamentablemente, hay crímenes que no se pueden prever y lo malévolo del asunto es que determinados Ejecutivos se amparasen en ese argumento para tratarnos a todos de sospechosos y por ahí no podemos pasar. Nuestra seguridad no puede estar subordinada a la falta de libertad.

2 comentarios

Máximo Medina -

La única conclusión clara que saco de todo este asunto, luctuoso por cierto y extraño donde los haya, porque no acabo de entender ningún motivo, es la irracionalidad de este individuo y que si esto pasa en uno de los países más estables del mundo, ¿qué pasaría en lo que los noruegos llaman el 'Sur'? En ese 'Sur' los ciudadanos han sido 'apaleados' por sus gobiernos por aquello de la crisis, cosa que no ha ocurrido en el país nórdico, por lo cual causa aún más estupor una masacre de este calibre. Lo más raro de todo es que cuando sucede una matanza de este calibre, generalmente el autor nunca es detenido, pero en este caso hasta eso se quiebra. Muy bonita su última frase, amigo Velarde, pero totalmente inviable para todos aquellos que nos mandan, la mayoría de las veces mal. Seguridad y sanidad son sinónimos de recorte en la libertades. Es incomprensible, pero es lo que hay.

huelemal -

No me creo nada de esta historia, algo no cierra.