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Desde mi escaño

Rancia crispación

Rancia crispación

La estrategia electoral de Alfredo Pérez Rubalcaba ha quedado definida en su entrevista en la Cadena Ser. Decir que él fue el que solventó la crisis de los controladores aéreos mientras que Rajoy fue el que tuvo que bandearse con el Prestige dice mucho del enfoque de la campaña socialista, sacar viejos fantasmas, el estilo del pancarterismo más exacerbado con el que intentar dañar la imagen del PP. Se le quiere presentar como un partido retrógrado, incapaz de gestionar una crisis medioambiental o que es capaz de meternos de lleno en guerras cruentas. Ya verán como en dos días alguien recuperará el famoso 'No a la guerra'.

Los españoles, por mucho que los asesores 'valencianos' se empeñen en abstraerse de la realidad, estamos preocupados por una situación económica demencial, con una prima de riesgo que vuelve a amenazar con los 400 puntos básicos, con un paro que vuelve a subir, a pesar de que en agosto, según los datos del Gobierno, hemos tenido uno de los mejores meses en años en cuanto a visitas foráneas y, por tanto, habrá habido contrataciones a mansalva en el sector servicios, pero no ha sido un revulsivo suficiente como para acabar el ejercicio con números negros. En definitiva, el Prestige o la guerra de Irak son dos temas suficientemente amortizados y no tendrán efecto alguna en el electorado, al menos en aquellos que miran por su bolsillo, por la conservación de su puesto de trabajo o porque pronto puedan encontrar un empleo.

El doctor Bacterio, es decir Rubalcaba, está vacío de ideas, no tiene un fondo de armario de propuestas. Pensó que con ponerse de bombero-torero del PSOE bastaba para asustar al Partido Popular, pero tras ese primer efecto impactante (con ayuda demoscópica del CIS incluida), las apariciones del candidato de Ferraz están diluyéndose como un azucarillo en un vaso de agua y, lo que es peor, ha llegado al punto de que su equipo de campaña le marca los temas y él llega a destiempo, sin haberse preparado las cuestiones a conciencia o, por ejemplo, quedando en el mayor de los ridículos con esa reforma constitucional de la que él se burlaba porque no era algo que se podía hacer en un plis plas.

De todas maneras, la escasez de propuestas de Rubalcaba, que además se nos revela como un Robin Hood de pacotilla, siempre amagando con zumbarle a los ricos, pero después se pliega a sus intereses, no es garantía suficiente para que en Génova monten una fiesta por anticipado. Ya sucedió en 1993 y en 1996. Las grandes goleadas del PP acabaron en una derrota imprevisible y en una amarga victoria, respectivamente. Hay quien mantiene que ahora la situación es insostenible, pero también lo era entonces y el suelo socialista no se vio muy mermado. Y si hay algo que sabe hacer muy bien el PSOE es enredar en las campañas electorales, dar caña, mientras que a Rajoy, sus 'arriolas' de turno, le dicen que se quede quieto-parado, pero la pasividad también penaliza y no se puede estar pendiente de que caiga la fruta de madura, hay que mover un poco el árbol cuando menos.

1 comentario

Máximo Medina -

La estrategia de Rubalcaba y de todo el PSOE no puede ser otra que tratar de no perder los 125 diputados, pero poco más. Los españoles, en esta ocasión y ojalá fuese siempre, no se van a dejar engañar por lo que diga o haga 'el candidato', pues el pasado reciente indica a las claras quiénes han estado en el poder y quiénes no. El PP, hasta ahora, no ha dicho esta boca es mía, aunque los recortes de algunas autonomías indican por donde será el camino. Pero de ahí a volver a pregonar el miedo a la derechona no media un trecho, sino mucho más. El famoso impuesto de patrimonio, no obstante, debe volver a la realidad, porque no parece de recibo que haya tantos sacrificios para las clases menos pudientes y ninguno para los que tienen auténticas millonadas, y medios para no abonar un euro a Hacienda si fuera pertinente. En épocas de recesión hay que recaudar por donde se pueda y el patrimonio es una de esas cosas que no debe quedarse fuera.