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Desde mi escaño

No estamos para fiestas

No estamos para fiestas

Las tradiciones, precisamente como dice su nombre, son eso, tradiciones y todo lo que se quiera presentar como tradicional sin serlo, acaba convirtiéndose en cualquier cosa menos en lo que realmente pretendía ser. Todo esto viene a colación por esa especie de fin de año anticipado que viene celebrándose desde 2004 en la Plaza Mayor de Salamanca, un acto donde los estudiantes (y muchos añadidos) se dan cita para despedir un año 15 días antes de lo previsto. Lo que sucede es que al final el acto deriva en cualquier cosa menos en un Fin de Año. Y es que, lo que no toca, no toca y punto.

Los medios de comunicación se vienen haciendo eco con mayor o menor bombo publicitario de este evento que, dicho sea con todos los respetos, me parece un botellón con autorización municipal revestido de un adelanto del 31 de diciembre porque en su momento a un puñado de jóvenes se les ocurrió montar la jarana en la capital charra como modo de despedirse hasta enero del año siguiente de sus compañeros de Universidad.

Y es que este es el gran problema que tenemos en España, que nos sigue gustando la fiesta más que a un tonto una tiza. Cuando uno observa a 35.000 personas metidas como si fuese el metro de Tokio en hora punta en la Plaza Mayor de Salamanca, la tentación, lo recurrente es considerar y pararse a pensar que en realidad debemos estar ante unas personas felices que no precisan de nada, que deben tener su vida resuelta, que disfrutan de empleos estables y espectacularmente pagados.

Insisto, no se trata de ser un aguafiestas, pero curiosamente la economía de las instituciones, principalmente de los ayuntamientos, está más que resentida. La crisis ha elevado exponencialmente las peticiones de ayudas sociales, los consistorios no dan abasto para poder tapar las carencias más básicas de aquellos conciudadanos que no pueden llegar a fin de mes. De ahí que organizar una fiesta, por  mucho patrocinio que tenga, no ha lugar bajo ninguna circunstancia.

Hoy todo euro que se detraiga de las arcas públicas ha de ser analizado con lupa. No estamos para despilfarros de este calado, por mucho que haya quienes se indignen porque abogue por meter la tijera en las fiestas. El que quiera diversión, que se la pague de su bolsillo, no del dinero de todos los contribuyentes, que disparar con pólvora ajena se nos da bien a todos, pero es que luego el mantel, los vasos y los platos nos toca fregarlos y pagarlos a los demás.

1 comentario

Máximo Medina -

Bueno, una cosa es no dilapidar el dinero público y otra muy distinta el 'no estar para fiestas'. Si sólo estamos para trabajar y ahorrar, vaya futuro que nos espera. Lo único que se debe aplicar en muchas cosas es el sentido común, pero si eso implica trabajar sin desmayo y no tener derecho a un mínimo asueto, pues mejor hay que replantearlo todo, Unión Europea incluida. Finalmente, los festejos son una forma más de mover economía, si también los eliminamos, me temo que suprimimos parte de nuestra economía y del sustento de mucha gente. Así que fiesta sí, pero dentro de un orden, el de la coherencia y la sensatez.