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Desde mi escaño

¿Barrancos o vertederos?

¿Barrancos o vertederos?

Perdónenme ustedes, pero es que me da la risa cuando he cogido esta semana el periódico La Opinión de Tenerife y he leído que existe preocupación en las autoridades locales por el estado de los barrancos que van a desembocar a la costa de Santa Cruz de Tenerife. Con las últimas lluvias torrenciales que han regado generosamente los montes que vigilan la ciudad chicharrera, el cauce ha venido cargadito, pero desde que el nivel de las aguas iba bajando se ha descubierto por parte de estos ‘fenómenos’ que el lecho estaba lleno de porquería, de latas, botellas, maderas, planchas metálicas, neumáticos y otra serie de residuos inclasificables.

Ustedes pensarán que dónde está lo divertido del asunto. Pues en eso precisamente, en que ahora vienen a percatarse de una realidad que siempre ha estado ahí, que la dejadez por parte de los munícipes ha sido siempre esa moneda de uso común, que han creído que mirando para otro lado o ejecutando de vez en cuando una artificiosa campaña de limpieza superficial de un barranco se podría salvar la cara ante la opinión pública. Pero un barranco, señores míos, hay que mantenerlo siempre en perfecto estado de conservación, independientemente de perseguir a esos vándalos que arrojan electrodomésticos, muebles y hasta furgonetas al fondo de esas vías normalmente secas o semisecas, pero que tarde o temprano volverán a llevar agua porque no están ahí por capricho de la naturaleza que quiso ponerse creativa.. Ni mucho menos.

Quienes hemos practicado senderismo por Anaga sólo había que ver, por ejemplo, en qué estado se encontraba un cauce como el que pasa por delante del Barrio de la Alegría para darte cuenta de aquello era un disparate, sofás, medio coche, neveras, lavadoras, amén de una vegetación que creció al albur o al socaire de su mejor ‘entendimiento’. Luego, claro, vienen los 31 de marzo de 2002 y todos son a lamentarse por el mal estado de las vías naturales de evacuación del agua.

Ahora nos dicen ‘genios’ como el señor Dámaso Arteaga que van a ponerse manos a la obra, pero que no pueden empezar ahora mismo porque, claro, de repente le sorprende a la cuadrilla una tormenta y la tenemos liada. Pero si no hace falta, caballero, vaya usted al cauce que hay al lado de la calle de La Noria, mismamente este próximo domingo y verá un lecho lleno de copas rotas, botellas y toda clase de porquería. Y así por los siglos de los siglos.

1 comentario

Maria -

No es de extrañar que entre la risa porque tenemos unos politicos que son para reir por no llorar.
Tanto insulares como peninsulares. Tooodos.
Lo unico que les preocupa realmente es su bienestar.

En Tenerife, al no haber rios, no se pueden llevar todos esos desperdicios, arrastrados por las aguas, hasta el mar. Que más quisieran los responsables de los "untamientos".

@MMariaSp