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Desde mi escaño

La Santa Cruz de la indigencia y la pobreza moral de Bermúdez

La Santa Cruz de la indigencia y la pobreza moral de Bermúdez

¿Qué hace el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife por los indigentes que se acumulan por las ramblas, por la antigua fábrica de Celgán, por el pabellón Pancho Camurria, por la plaza de toros o por las cavidades del barranco de Santos? Nada, absolutamente nada. Para el equipo dirigido por José Manuel Bermúdez, esas personas no tienen derecho a nada, sencillamente se las ignora como si no existieran y, de cuando en vez, al aparecer alguna de ellas fallecida, caída desde lo alto de alguno de los puentes que existen en esta ciudad partida en dos por el barranco, se intenta esconder el hecho o se edulcora de tal manera como si aquí todo funcionase a las mil maravillas. Una verdadera vergüenza.

A lo largo de estos días en los que estoy de vacaciones en la capital chicharrera, estoy teniendo la oportunidad de ver con mis propios ojos lo que otras personas me habían relatado, que en Santa Cruz de Tenerife comienza a ser un severo problema el descontrol que existe con la indigencia por mor, precisamente, de la inoperancia de unos servicios sociales municipales que tienen por norma poner todo tipo de trabas a la concesión de ayudas y a la puesta en marcha de proyectos que ayuden a estas personas a integrarse en la sociedad, algo que tampoco me sorprende de un área en el que son capaces de conceder un alquiler social en un piso destrozado por unos okupas. Pero claro, para el consistorio se trata de salir en los papeles con la entrega de la dádiva y si luego ésta es un caramelo envenenado, que le echen las culpas al maestro armero.

Sinceramente, a uno se le cae el alma a los pies cuando pasa por el pabellón Pancho Camurria y observa a una legión importante de ciudadanos levantando con cuatro tablas un lugar en el que pasar la noche o como por un lateral de la plaza de toros se cuelan varios indigentes aun a riesgo ya no de ser desalojados de allí, sino de quedar sepultados porque el Ayuntamiento, amante de la dejadez, ni restaura ni tumba el edificio, simplemente lo deja estar a ver si alguna inundación se lo termina de llevar por delante.

Luego se harán campañas de concienciación sobre la solidaridad de esta ciudad, pero esa sólo será la de los habitantes que, con su infinita generosidad, tratan de echar una mano a quienes más lo precisan. Bermúdez y su equipo son solo seres pasivos que están atrofiados por la inacción, incapaces de mover un solo dedo por solucionar el problema de la indigencia en la ciudad. Sólo parecen estar listos para esconder a los medios de comunicación lo que hay detrás de esa gran lacra social y que no es otro que las muertes de esas personas porque, directamente, han decidido borrarse del mapa ante la impotencia de ver como las puertas municipales se les cierran sistemáticamente.

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