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Desde mi escaño

Pilar Bardem: cuanto más vieja, más pelleja

La actriz Pilar Bardem sigue dando palos de ciego desde que en el año 2003 se lío el pañuelo palestino a la cabeza y la pancarta del ‘No a la guerra’. Esta mediocre se empeña es hacer de sus causas una cuestión de Estado como si no hubiese un mañana. Lo curioso es que los intereses de esta oportunista no suelen coincidir, precisamente, con las preocupaciones generales de los españoles. Antes fue la invasión de Irak y ahora su obsesión es la situación del Sáhara.

Para demostrar, ante quien corresponda, que ella está con los refugiados saharauis, no se le ha ocurrido a la Pilarín Bardem que gritar a los cuatro vientos que le avergüenza ser española, que siente auténtico repudio por el presidente del Gobierno de España y por el monarca. Y la tipa se queda más ancha que pancha. Igual piensa que le van a dar el Goya honorífico al mejor sectarismo político. A mí, de verdad, esta mujer me aburre y me desespera.

Pilar Bardem, por ejemplo, jamás ha tenido ni el más mínimo detalle de interesarse por las víctimas del terrorismo. A los familiares de los muertos por la acción criminal de ETA los ha mandado a esparragar. Jamás se ha dignado siquiera a coger una octavilla donde se informaba de las masacres cometida por los tiparracos del pasamontañas y la goma 2. Para ella era mejor solidarizarse, por ejemplo, con los trabajadores despedidos de la Coca Cola, pero al mismo tiempo estaba mandando al paro a los empleados del restaurante del clan Bardem, un local que tuvo que cerrar porque allí, aparte de platos de dudosa calidad, se servía sectarismo a manos llenas.

Pilar Bardem ha sido una artista de medio pelo, una sujeta de cara amargada, una tipa altiva e insufrible. En este caso se cumple ese viejo dicho que cuanto más vieja, más pelleja. La madre de los Bardem de toda la vida ha quedado reducida a eso, a un pellejo parlante que sólo sale de su madriguera o de su alcantarilla cuando ve una oportunidad de arrimarse a movimientos populistas que pudieran alcanzar la Moncloa. Le fue muy bien con Zapatero y ahora, ya lo verán, querrá ser la musa geriátrica de Pablo Iglesias. Al tiempo.

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