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Desde mi escaño

Simón Pérez y las verdades del barquero al desahuciado frescales

No aprendemos y nos podemos volver a dar de bruces contra la realidad. La advertencia es del economista Simón Pérez, quien ha saltado a la fama de los linchadores de Twitter por decir verdades como puños, que aquí hay personas que se han habituado a vivir por encima de sus posibilidades y luego, cuando vienen mal dadas, creen que papá Estado tiene que salvarlas de los desahucios. La gente se ha acostumbrado a un tren de vida superior al que garantiza una nómina y cuando llegan las congelaciones, los recortes o los despidos, entonces toca acordarse de Santa Bárbara.

El economista, con más razón que un santo (aunque con formas un tanto ácidas) le espetó en TVE a un desahuciado que lo que no podía ser es que hubiese tirado, y nunca mejor dicho, la casa por la ventana, y que ahora que la cosa pintaba color negro, fuese por los platós de televisión a pasear su drama. Claro, es que es muy fácil tener tu vivienda habitual, pedir otra hipoteca para la casita de veraneo y, de propina, el cochazo de lujo. ¡Oiga, es que eso hay que pagarlo, amigo! Pero claro, ¿qué les vas a contar tú a estos convencidos de la filosofía del Carpe diem? Pues nada, ellos a derrochar y a ver si luego los pringados que miramos con lupa en qué gastamos cada céntimo les pagamos su derroche. Pues no, ya está bien de salvarle el culo a esta panda de jetas.

Porque si bien es cierto que los bancos y cajas aprovecharon también la coyuntura para ofrecer a mansalva una serie de productos tóxicos donde muchos picaron el anzuelo, también es verdad que no todo el mundo pecó de avaricia o, al menos, fueron a la letra pequeña. Que en España es ir a favor de corriente darle hasta en el velo del paladar a las entidades financieras, pero no siempre han sido ellas las culpables de la desdicha de todos los desahuciados. Ejemplos como el frescales de TVE hay a patadas, pero son pocos los que se resisten a llevar una vida de ricos cuando su nómina, en realidad, puede soportar pocas alegrías.

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