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Desde mi escaño

Pisarello, boludo, métete la estelada por el orto y ¡Viva España!

Es un boludo de tomo y lomo. El señor Gerardo Pisarello, a la sazón concejal en el Ayuntamiento de Barcelona, es el payaso que hace unas horas montó un pollo del diez no sólo tratando de defender que en el balcón consistorial se retirase la basura de la bandera estelada, sino que intentó por todos los medios que la española no fuese colocada en su lugar correspondiente.

Y miren, si esto lo hace Alfred Bosch, David Fernández u Oriol Junqueras hasta le doy carta de naturaleza. Nacieron independentistas y como tales hay que tratarles. Es como cuando te nace un crío con una tara, que tienes que aceptarle como viene. Sin embargo, el individuo este del Pisarello es un elemento nocivo para nuestra democracia. Viene, ni más ni menos, que de la patria de la señora Cristina Kirchner, es decir, la mujer del fallecido Néstor Kirchner, el Dioni de la Pampa o el Fernando Trueba de Tucumán y resulta que va a venir aquí a darnos lecciones de democracia y, sobre todo, de banderas.

El sujeto este, que de educación debe andar tan cortito como de dinero los argentinos cuando se ven sometidos a un corralito, se ha debido creer el cuento de la independencia y a lo mejor se cree que está ahí en ese puesto por el dedo divino de Casanova. Nada más lejos de la realidad, señor Pisarello, usted está ahí gracias a una Constitución Española que le ha permitido tomar posesión de su acta de concejal para que, en agradecimiento, se tire una pedorrota maloliente contra mi país que es España.

Si tanto le gusta a usted la estelada, cójala con suavidad y mucho mimo y métasela por el mismísimo orto hasta sacarla luego por la cavidad bucal o por las fosas nasales, lo que le sea a usted más cómodo. Y después, hecho este ejercicio de introspección banderil, coja usted el petate y váyase a su casa, a Tucumán, a cautivar a sus paisanos con las maravillas del independentismo catalán. A ver a cuántos convence para que crucen el charco, ¡so payaso!

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