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Desde mi escaño

Sanidad canaria: muchos jefes y pocos indios

Los problemas de la sanidad canaria siguen siendo tan cíclicos como la aparición y desaparición del río Guadiana. Cada equis tiempo nos desayunamos con las atrocidades que tienen que vivir pacientes y sus familiares en los centros hospitalarios de referencia. Y no les hablo sólo de las listas de espera, un mal endémico en el Archipiélago y que ningún consejero ha sido capaz de erradicar del paisaje, sino de esas imágenes que, salvando las distancias, podrían ser las mismas que en estos días estamos viendo en Hungría, Alemania o Austria.

Hace tan sólo unos días, una usuaria habitual de la sanidad regional me mandaba unas imágenes de la zona de urgencias del Hospital Universitario de Canarias en las que se veía una aglomeración de camillas, con sus pacientes en ellas, esperando ya no a ver si les daban una habitación, sino simplemente a poder ser atendidos, una estampa degradante y que deja a nuestros hospitales a los pies de los caballos y al nivel de un recinto de Burkina Faso.

Y no es la primera vez que se activa en el hospital tinerfeño esa especie de zona cero. Es más habitual de lo que uno desearía y todo se debe, evidentemente, a una política de recortes brutal en lo que se refiere a la contratación de personal sanitario. No se puede culpar a los médicos y enfermeros que están ahí de guardia. Hacen más de lo que reglamentariamente pueden y deben hacer, pero evidentemente no son máquinas ni son como Dios, es decir omnipotentes y omnipresentes. Al final el trabajo se les acumula en los pasillos y encima, estoy seguro de ello, al día siguiente tendrán que soportar la reprimenda del chupatintas encorbatado de turno por haber dado tan mala imagen ante la sociedad.

Ese, y no otro, es el problema de la sanidad canaria, que hay mucho directivo, mucho jefe y muy pocos indios. La Consejería de Sanidad, como muchos otros departamentos del Gobierno de Canarias, se ha constituido como una suerte de tómbola donde muchos son los agraciados con despachos acristalados y provistos de mesas de maderas nobles. Se les llena la boca hablando de gestión, pero luego, a la hora de la verdad, ésta brilla completamente por su ausencia.

El pato de este dislate organizativo lo pagan los de siempre, es decir los usuarios de un Servicio Canario de Salud que acaban por, o soportar doce horas de espera o bien rascarse el bolsillo e irse a la sanidad privada, lo cual demuestra que uno de los grandes errores del Estado fue transferirla a las autonomías. Digan lo que digan, no es igual la sanidad en Navarra que en Canarias, se pongan como se pongan algunos por estos lares, esos mismos que por detrás también van a lo privado.

 

Artículo publicado en ABC Canarias

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