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Desde mi escaño

Primark Gran Vía, un mes después: menos colas, pero llenazo de bandera

Primark Gran Vía, un exitazo sin precedentes para todos aquellos iluminados que desde determinadas administraciones pretenden ahogar cada vez que algún empresario tiene la feliz idea de apostar por nuestro país. Casi un mes después de la apertura, el 15 de octubre de 2015, este establecimiento de origen irlandés, sigue congregando a ingentes cantidades de clientes y de simples curiosos. Da igual que sea un miércoles en plena mañana y día laboral, el centro comercial tiene un volumen de potenciales compradores que asustaría al más pintado. Pero es lo que tiene cuando alguien acierta de pleno en su concepto de negocio, que no hace falta arrastrar a la clientela, ésta viene al igual que las ratitas seguían al flautista de Hamelin.

En nuestro caso, dejamos que pasaran varios días y alguna que otra semana hasta arriesgarnos a meternos de lleno en el cogollo. Por suerte, ya no había que estar aguardando cola para entrar en el recinto, pero sí esperar un buen rato en los ascensores para acceder a las diferentes plantas. Luego, en cada planta, muchísimas personas, aunque según lo que nos contaban los dependientes, nada que ver con lo que fueron los primeros días tras la apertura donde no había forma humana de dar un paso por la tienda. Pero nosotros somos así y nos encanta meternos en el mogollón aun a riesgo de acabar pisoteados.

Y lo importante, ¿merece la pena comprar en Primark? Por supuesto. Antes de ir tuve la oportunidad de leer alguna que otra crítica más bien demoledora, sobre todo una muy graciosa que acusaba a la empresa de tener mucho producto manufacturado en China y que la relación calidad-precio estaba muy cogida por alfileres. Claro, y las grandes marcas que fabrican productos deportivos también se aprovechan de la flexibilidad del mercado asiático y seguramente ese mismo medio no hablaría con tanta facilidad para no perder las perras en publicidad.

Pero a lo que vamos, uno puede encontrar verdaderos chollos y también, por qué no decirlo, alguna que otra filfa, pero cuando uno tiene un establecimiento tan enorme y no sé cuántas tiendas en toda España (muchas más que las del país originario, Irlanda) al final siempre te sale algún producto defectuoso. La diferencia es que mientras en muchos sitios tienes quince días para cambiar lo que no te queda bien, aquí casi te dan tres meses para devolverlo.

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