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Desde mi escaño

El populismo del todo a 100 se sube a las carrozas de los Reyes Magos

Van de chupi guays por la vida, pero la política es algo más que aplicar sectarismo en la misma medida que se le aplicaría alcohol en vena a un cirrótico.

Hay cuestiones con las que no se debe ni se puede jugar a gusto de consumidor y una de ellas es la cabalgata de los Reyes Magos. En estos días nos hemos hartado por activa y por pasiva de ver como auténticos arribistas a esto de gestionar la cosa pública metían la zarpa en algo tan inocente y tan inocuo que, como poco, échate a temblar ante lo que pueda venir posteriormente,

Aquí ha habido un empeño por parte de la alcaldesa de Madrid de quitarle toda la carga cristiana y católica a las Navidades. Comenzó con los belenes y ha puesto la guinda de su populismo de petanca en los Reyes Magos. No seré yo quien se sume a la cursi de Cayetana Alvarez de Toledo, pero la primera edil de Madrid se ha coronado y, desde luego, para mal. Ha hecho un estropicio con algo que resulta tan sencillo hacerlo bien como quien se bebe un vaso de agua. Pero claro, cuando respiras sectarismo por las arrugas de septuagenaria pasa lo que pasa.

Otro tanto sucedió en Valencia con las tres mujeres a las que pusieron a hacer el mamarracho. Serán tres señoras muy amables, muy simpáticas y, sobre todo, excelentes personas, pero desde luego si son madres (supongo que alguna sí) habrán pensando en algún momento de su ridícula performance para mayor gloria del radical alcalde de Valencia, un tal Ribó, que estaban jodiendo el sueño y la ilusión de muchos niños. 

Ahora, la siguiente idea será meterse con los pasos de Semana Santa y poner a Concita Wurst a que represente el papel de Jesucristo. En fin, populismo de todo a cien, como lo que costaron los trajes de los Reyes Magos de Madrid. ¡Qué país!

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