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Desde mi escaño

Pilar Cernuda tiene razón: ¡Vaya pintas y vaya pésima higiene de los podemitas!

Es el testimonio de Pilar Cernuda, singular, particular, propio, lo que ustedes quieran, pero es que ella estaba allí y muchos de los que le afean la expresión sobre lo guarretes que son algunos podemitas no se metieron entre pecho y espalda la larga sesión de la constitución de las Cortes de cara a su undécima legislatura.

Pero si es que además no hace falta que lo diga una periodista. Bastaba ver cómo entraron algunos elementos al Congreso de los Diputados. Parecían auténticos quincemeros recién salidos de haber dormido la mona en la Puerta del Sol. Pelos desarreglados, vestidos con andrajos, con calzado de mercadillo gitano de La Ventilla, un completo despropósito e insulto a la estética y al respeto que se debe guardar a una institución parlamentaria.

Sé que políticamente queda muy incorrecto referirse a esta panda como piojosos y no caeré en la ordinariez de la más ordinaria que es Celia Villalobos. Piojos está claro que no tienen, pero esa pinta de sucios no es tolerable. Se parecen a dos colegas míos que a sus cuarenta y tantos años aún creen que es divertido pasar la noche de un viernes o un sábado montándose el botellón en el parque.

Estos amiguetes son felices con su Mahou y sus pipas Facundo tirados en un césped o poniendo las patas en la parte del banco donde la gente normal reposa las posaderas. El problema es que los podemitas acabarán haciendo un botellón y fumando canutos en un pleno o en una comisión parlamentaria.

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