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Desde mi escaño

La última puñalada de Esperanza Aguirre a Mariano Rajoy

Se ha ido dando la última puñalada a Mariano Rajoy. Sí, así es Esperanza Aguirre, una política diferente, con una personalidad intransferible, pizpireta como ella sola y capaz de reventarle la tranquila jornada romántica y dominical a los medios de comunicación y a sus propios compañeros del Partido Popular. Ella es como el aceite, que siempre tiene que quedar por encima y hasta una dimisión la reviste de algo heroico como si con ella no fuese todo lo que ha pasado en el seno de su formación.

Doy por sentado que Aguirre no se ha embolsado un solo euro procedente de corruptelas varias, pero sí que tiene una evidente responsabilidad en los ‘figuras’ que nombró para determinados puestos de confianza. Ahí están los López Viejo, Marjaliza o, especialmente, Francisco Granados, un caradura, un sinvergüenza, un ladrón en toda regla que semanas antes de dar con sus huesos en el trullo de Valdemoro aún tiene los santos huevos de ir dando lecciones de ética y moralidad. Menudo desahogado el amigo Paco, Paquito, Paquete, el mejor de los ladroncetes.

Está claro que la salida extemporánea de Esperanza Aguirre no persigue otro objetivo que el de sacudirse cualquier culpabilidad posterior en la famosa trama Púnica y, de paso, terminar de reventarle cualquier opción política a Mariano Rajoy de poder conformar pacto alguno de gobernabilidad en el caso de que fallen las intentonas negociadoras de Pedro Sánchez.

La lideresa ha lanzado su órdago a la grande y sólo el paso de las semanas se sabrá si su jugada es la ganadora, la que provoca que Rajoy acabe dando un paso al costado y deje en manos de otras personas la dirección del Partido Popular o consigue, por el contrario, que aún se refuerce mucho más la presidencia del gallego en Génova 13. Y es que tanto uno como otro han estado unidos hasta ahora por dos cosas innegables: el odio mutuo que se han profesado a lo largo de la última década y la capacidad de resistencia por muy mal dadas que viniesen.

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