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Desde mi escaño

Fosters Hollywood: la decandencia del 'fast-food'

Son unos cachondos o quieren tomarnos por idiotas a los consumidores. Hace unos días tuve la oportunidad de visitar el restaurante de comida rápida Fosters Hollywood sito en la Avenida de Asturias 7, en Madrid, muy cerquita de una de las principales zonas financieras de la capital de España, Plaza de Castilla y el Paseo de La Castellana. Desde luego, lo del concepto de ‘fast-food’ es más que cuestionable. Diría incluso que lo han readaptado para que sea algo así como ‘slow-food’.

Pero, más allá de eso, resulta que cuando les tienes que criticar algo y optas por hacerlo a través de las redes sociales, sea Facebook o Twitter, los encargados de manejar esos perfiles te despachan con un mensaje ya prefabricado y un enlace en el que poder hacer la crítica. Ellos, por supuesto, negarán la mayor, le echarán la culpa al empedrado y al final intentan convertir al cliente en un ser despiadado por reclamar algo tan sencillo como sus derechos como consumidor al que no se le regala lo solicitado.

En fin, como a estos señores no les valió que ni en Facebook ni en Twitter les enlazase a un vídeo en el que explicaba con pelos y señales la nula atención recibida por un grupo de seis personas el pasado 22 de marzo de 2016, a eso de las 14 horas, lo cuento en texto, mandaré la crítica al enlace pertinente, pero también será una queja que quedará pública en mi blog y en las redes sociales porque esta galbana, esta desgana en hacer las cosas y, sobre todo, un dueño del local que no pone ni medios ni personal para atender en condiciones un restaurante atestado de gente merece que sea conocido por el público en general para que, al menos, sepa dónde se mete a comer o a cenar.

Lo cierto es que nosotros, en la fecha anteriormente mencionada, acudimos a almorzar sobre las dos de la tarde y, amén de que ya tardaron en asignarnos mesa, pese a que en ese momento había varias libres (aunque con posterioridad no quedó hueco alguno), luego ya empezó el festival tardando una eternidad en tomarnos nota de lo que queríamos. Creo que sólo llegó con cierta puntualidad la bebida porque el primer plato mínimo 25 minutos demoró en llegar y casi media hora el plato principal, eso por no hablar de que un extra que se les había pedido para acompañar una hamburguesa, en concreto un huevo frito vino después de que ésta fuese engullida. Por supuesto, la persona que pidió el complemento ya no lo quiso, pero los muy ladinos lo cobraron. El postre, helado en muchos de los casos, casi llega como un cubito de hielo en el Sáhara a las tres de la tarde.

¿Y quién tiene la culpa? Lo normal sería colgarle el mochuelo al personal del local, pero sería tan injusto como culpar a todos los islamistas de los atentados de Bruselas. Aquí la culpa principal la tiene un dueño del local que quiere el máximo beneficio con el mínimo gasto de personal. Pero, y esto es verídico, si es que tuvo que ponerse atender las mesas hasta el chaval encargado del reparto a domicilio. Así que nada, señores cobardones de Fosters Hollywood, aquí tienen mi crítica o mi derecho al pataleo y, como no me gusta esconder nada, que sepan que es de público dominio. O se ponen las pilas o se van a quedar más solos que la una y cerrando el local. Y si no, al tiempo.

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