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Desde mi escaño

Cuando una alimaña tiene más sentimientos que un ser humano

Hay noticias que te reconcilian con el ser humano y otras que, directamente, te darían ganas de no pertenecer a ese especie o, mejor dicho, desearías que determinadas personas perdieran su condición de tales en función de sus hechos.

La historia supongo que la conocerán sobradamente porque ha arrasado estos días en los medios de comunicación, pese a que los hechos en cuestión se produjeron en 2011. Se trata de esa cruenta y despiadada jefa que despide a su empleada por llevar tres días sin incorporarse a su puesto de trabajo en la ciudad de Nueva York por un problema de salud.

Quizá, queridos lectores, piensen que tal vez la mujer en cuestión podía estar exagerando la nota y rascar días extras para no tener que volver tan pronto a la oficina. Pero no, resulta que ese no era el caso. Resulta que la enferma en cuestión había donado su riñón a una persona que lo necesitaba porque era un caso de vida o muerte. ¿Adivinan ustedes quién era la receptora, verdad? Bingo, esa misma, esa jefa sin entrañas y sin escrúpulos.

Jackie, que así se llama la sujeta en cuestión, justificó el despido de su subordinada, Debbie, porque alegaba que así daba una lección a los demás empleados de la empresa de que no iba a haber un trato de favor con nadie. Desde luego, esa jefa demostró llevar a rajatabla el no tratar a nadie de manera especial, pero igualmente dejó patente su nula humanidad. Un robot o una alimaña tienen más y mejores sentimientos.

Evidentemente, la tal Jackie debe estar a estas alturas escondida bajo tierra después de que la historia no sólo haya salido a la luz, sino que se haya vuelto viral. De verdad, y no dejo de preguntármelo, ¿qué puede pasar por la cabeza de un ser humano para actuar de esa manera? Sinceramente, no lo comprendo.

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