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Desde mi escaño

Debate a cuatro: lo más parecido a la cola de una pescadería

Previsible, largo, tedioso, nada dinámico. El tan anunciado a bombo y platillo debate a cuatro, organizado por la Academia de Televisión, fue la antítesis de lo que se le debe pedir a un cara a cara entre los principales líderes políticos que aspiran a gobernar España a partir de la noche del 26 de junio de 2016. Aquello fue un caos que se dedicaron a revestir de precioso papel de regalo los días previos, pero una vez le quitabas el envoltorio aquello se quedaba en nada, en una verdadera minucia, en una estafa para el espectador.

Por ejemplo, desde el primer momento se vio como el debate se convertía en un tres contra uno, Rivera, Iglesias y Sánchez tratando de sacar de pista a Rajoy, cada uno con sus argumentos, más o menos afortunados, pero sin proponer cuestiones concretas, datos que eleven el ánimo de los españoles para ir a votar. Luego, en el caso del candidato popular y presidente en funciones también estuvo carente de autocrítica, especialmente en el caso de la corrupción, como si ese fenómeno fuese algo ajeno al PP, como si los Bárcenas, Rato o Granados jamás hubiesen pululado por Génova 13.

Claro que, por ejemplo, al muy vivo de Albert Rivera se le escapó, por ‘pura casualidad’ nombrar la corrupción del PSOE en Andalucía. Y también me decepcionó que el señor Iglesias no se personase anoche en un juzgado de guardia para denunciar a Rivera y su afirmación de que Podemos está financiado por parte del régimen chavista.

¿Y qué me dicen ustedes de los moderadores? A mí, con todos los respetos, me parecían los dependientes de una carnicería o de una pescadería donde no está la famosa máquina expendedora de tickets en el que hay un numerito para guardar la vez. Allí se daba el turno a conveniencia, entre Vallés, Blanco y Piqueras no se enteraban en muchas ocasiones de quien tenía que responder, de si quedaba al líder tal o cual tiempo para una réplica. En fin todo un despropósito que hizo que el debate fuese largo y poco atractivo desde un punto de vista informativo. De hecho, más que animar a los indecisos, lo que provocó el debate fue desalentar a más gente que el 26 de junio de 2016 cogerá los bártulos y se irá de vacaciones. Total, igual en diciembre de 2016 estamos de nuevo votando.

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