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Desde mi escaño

La ambigüedad electoral de Pedro Sánchez

Quedan poco más de 24 horas para que acabe la campaña electoral del 26-J y el candidato del PSOE, el señor Pedro Sánchez, sigue hurtándonos a los españoles la verdad de lo que va a hacer la misma noche del 26 de junio de 2016 o a partir del 27 de junio de 2016. No sabemos qué va a hacer con los votos que reciba su formación- ¿Van a servir para conformar una gran coalición? ¿o los utilizará para aliarse con Podemos? Confío en que el señor Sánchez nos saque de este sin vivir antes de ir a depositar el voto en la urna.

Sí, el grandilocuente aspirante de Ferraz a la Presidencia del Gobierno se levanta un día de buena mañana y le mete un meco a Podemos y deja a su jefe, a Pablo Iglesias, a la altura del betún. Sin embargo, después, cuando le recuerdan que su intolerancia contra los podemitas puede provocar que Rajoy se queda cuatro años más en la Moncloa, recoge velas y entonces dice que hay que negociar con las fuerzas del cambio. Lo que pasa es que al día siguiente le llama al programa Ana Rosa Quintana y cuando le pregunta si va a pedir matrimonio al mismo señor que está anteponiendo los sillones y el derecho a la autodeterminación, entonces Sánchez entra en modo pánico y llega a contestar sí y no en la misma respuesta.

Lo que es de admirar en Sánchez es la autosugestión que tiene y el elevado concepto de sí mismo. Alguien que ha hecho buenos a Almunia y a Rubalcaba y que aún cree que puede ser presidente del Gobierno de España con menos de 100 diputados e incluso puede que en esta cita electoral no llegue siquiera a los 80, merece por lo menos el reconocimiento y el galardón concedido por la peña ‘Más moral que el Alcoyano’.

Sánchez debería de ser consciente que la ambigüedad en política, lejos de reportar réditos, te acaba postergando en las encuestas, las demoscópicas y la verdadera, la del 26 de junio de 2016. Además, dicho sea de paso, al votante no le satisface ver como por un enfurruñamiento, por una cuestión de odio personal, el líder socialista sea capaz de anteponer sus intereses a los del bien de España, aunque él crea que son los demás los que están yendo en la dirección contraria.

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