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Desde mi escaño

Nicolás Maduro perpetúa en la cárcel chavista a Leopoldo López

El resultado era de esperar, aunque se mantuviesen esperanzas en conseguir el beneplácito judicial. Pero, claro, cuando es el mismo sistema judicial, embriagado por los cuatro costados por la más rancia dictadura, el que tiene que tomar una decisión al respecto, ¿qué otra cosa se puede aguardar más allá de que se repita la misma sentencia por la que te han condenado a 14 años de cárcel? Así funcionan las cosas en Venezuela y así las sufre el líder opositor Leopoldo López, que tendrá que seguir su encierro en una prisión del régimen porque, obviamente, ni Maduro ni sus secuaces pretenden dar un paso adelante hacia la democratización del país.

En sí, el juicio a López ha constituido toda una suerte de farsa, de ópera bufa, en la que el preso hacía el papel de víctima propiciatoria a perpetuidad, los jueces encargados de estudiar el recurso, marionetas manejadas por el inquilino del Palacio de Miraflores y, por supuesto, los extra necesarios en cualquier montaje de estas características, fiscales que no dudasen un ápice ni temblasen a la hora de fabricar pruebas falsas.

El testimonio de Franklin Nieves, el fiscal que dio un puñetazo sobre la mesa y le dijo al régimen chavista que él se largaba del país porque su conciencia le impedía seguir colaborando con una dictadura que le obligaba a inventarse evidencias contra Leopoldo López, fue revelador sobre cómo se hacen las cosas en esta Venezuela que lleva mucho tiempo yendo proa al marisco, hundiéndose en un desprestigio internacional más que considerable, superando incluso a una Cuba que, a pasos de paquidermo, parece querer abrirse a unos nuevos tiempos.

Dicen que a Leopoldo López le queda una carta por jugar, el Tribunal Supremo de Justicia, pero todos sabemos a ciencia cierta de que el resultado va a ser calcado al de las dos sentencias anteriores. No hay mucho más donde rascar mientras sigan incrustados como la grasa de la cocina de un restaurante de vieja carretera comarcal elementos que no se dedican a impartir justicia, sino a congraciarse con un régimen que sólo quiere encerrar a quien piensa diferente y, si pudieran también, enviar a todos los que ellos consideran disidentes al paredón.

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