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Desde mi escaño

La hipocresía del PSOE con Otegui

¿Por qué el PSOE está engañando a sus electores y, en definitiva, al conjunto de los ciudadanos de España? ¿Por qué ese lenguaje alambicado, lleno de recovecos y de piruetas, de palabras rebuscadas para no decir lo que realmente piensan respecto a que Arnaldo Otegui se pueda presentar a las elecciones del País Vasco del próximo 25 de septiembre de 2016?

Sí, el partido de Pedro Sánchez vuelve, una vez más, a jugar al cálculo cicatero, al rédito electoralista de no pronunciarse con claridad respecto de un tema tan delicado como es el de que un etarra condenado por sentencia judicial pueda presentarse a unos comicios para ser, nada más y nada menos, que presidente de una comunidad autónoma. El secretario general de Ferraz prefiere guardar un silencio cómplice por si acaso la jugada le proporciona la carambola deseada, que de repente Rajoy fracase en su investidura y que Podemos, que está frito porque el sanguinario Otegui sea el lehendakari, acabe apoyando una alternativa de ¿progreso? en este país llamado España.

El ridículo supino que está perpetrando el PSOE en estos días respecto al proetarra al que Bildu pretende llevar como cabeza de lista como si fuese el brazo incorrupto de Santa Teresa supera los límites de lo tolerable. Observar a la señora Meritxell Batet o a Antonio Hernando teniendo que defender lo indefendible te da una idea de que es verdad aquello que dicen de la política, que es el arte de convertir lo imposible en posible. Pero claro, hay cuestiones que traspasan la clara y contundente línea de lo ético y moralmente admisible. Y que el PSOE no se oponga a que este etarra se presente a presidente vasco supone un vómito en los principios básicos y fundamentales que todo partido debiera defender.

Pedro Sánchez se ha empeñado en pasar a la historia no sólo como el líder socialista que peores resultados ha sacado, sino que además puede provocar con su negativa persistente a que vayamos a unas terceras elecciones y, de paso, aplaudiendo con las orejas que el tipo que mataba y señalaba objetivos a otros etarras pueda estar no sólo en el Parlamento vasco, sino incluso tomando decisiones en la sede de Ajuria Enea. Surrealismo y desvergüenza en estado puro.

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