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Desde mi escaño

El repugnante caso de la niña Nadia: su padre quiso enriquecerse con la enfermedad

¿Qué puede pasar por la cabeza de un padre para abusar de la enfermedad de su hija y engañar a un número importante de personas, algunas de ellas de fama mundial?

La historia es de sobra conocida. Fernando Blanco, padre de Nadia, una niña con una de esas enfermedades raras, comenzó en 2008 su periplo por los medios de comunicación para solicitar ayuda, ya que la operación a la que debía ser sometida su hija era costosísima. En principio debía llevarla a Houston, luego mencionó otros países y cuando la excusas se le iban acabando llegó a decir que el mejor especialista había ido a buscarlo a Afganistán, que vivía ese supuesto doctor en una cueva. Vamos, por no moverse este elemento, ni tan siquiera fue a la clínica Teknon de Barcelona.

La cuestión fue que dos periodistas de El País se pusieron a investigar la historia porque no veían que este buen señor, en realidad, estuviese por la labor de llevar a su hija a esos médicos que supuestamente tenían la clave y el remedio para curar a la pequeña Nadia. El padre intentó ponerse a la defensiva y, pillado en todas y cada una de sus mentiras, tuvo que confesar la triste realidad, que exageró la nota y que, en todo caso, estaría dispuesto a reintegrar los más de 300.000 euros recaudados.

Pues miren, no me vale. No me vale este arrepentimiento que en modo alguno no es espontáneo, sino forzado por las circunstancias de poder verse enchironado. Además, ¿sabe el señor Blanco el daño que le ha hecho a otras personas que jamás han jugado con la enfermedad de sus hijos y que ahora, si quisieran pedir ayuda, tal vez encontrarían muchos recelos? Querer hacer negocio valiéndote de la enfermedad de tu hija no sólo es un delito, sino que además causa repugnancia hasta el mismísimo vómito.

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