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Desde mi escaño

Manuela Carmena convierte la cabalgata de los Reyes Magos en un Carnaval

Manuela Carmena se ha empeñado en el innoble propósito de querer cargarse a toda costa la cabalgata de los Reyes Magos en Madrid y cada año que permanezca al frente de la alcaldía va a idear un perverso plan para enervar a los más firmes defensores de las más enraizadas tradiciones cristianas. Si en el año 2016 fue la mamarrachada de aquellos trajes que parecían meras cortinas de un baño compradas en los chinos, en esta edición de 2017 el objetivo ha sido contra la estética de la cabalgata.

Sí, la llamada ‘Oda a la curiosidad’ no dejó de ser un mero desfile carnavalesco, una burla hacia todo lo que significa la ofrenda de los Reyes Magos al niño Dios. ¿Alguien puede explicarme con argumentos de peso qué demontres hacían en la cabalgata científicos locos, astrónomos o bicharracos antidiluvianos? Si eso tiene que ver con los Reyes Magos, directamente, que baje Dios y lo vea.

Insisto en que esta señora alcaldesa de Madrid tiene una obsesión atroz contra todo lo que huela a cristianismo. Le tiene aversión a las Navidades, a la Semana Santa o a las fechas más entrañables, religiosamente hablando, que se celebran en la capital de España. Eso sí, como buena progre, luego no pierde la oportunidad de ir a hacerse la foto al Vaticano con el Papa Francisco, como si eso la redimiese de todos los pecados cometidos.

Así que nada, un año más que la señora Carmena ha conseguido meter cuchara y la zarpa en un evento que no necesita de añadidos ni de elementos extraños. Si hubiese sido la cabalgata anunciadora del Carnaval, hubiese resultado todo un éxito en cuanto a la disposición artística, pero es que no se trataba de eso.

Y por supuesto, que al final de la cabalgata los Reyes Magos no pudieran hacer la ofrenda a niño Jesús porque no había portal de Belén al cual dirigirse pues ya te da la clave definitiva de que lo que se busca, como pasó con los farolillos estelados en Vic, es mediatizar a los niños desde su más tierna infancia. Una auténtica desvergüenza por cortesía de la señora de las magdalenas.

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