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Desde mi escaño

¿Qué Trump ataca al castellano? Pero si ya lo hacen en Cataluña y nos callamos

Atacan al castellano dentro de España y no pasa absolutamente nada. No verás tú ni a la presidenta de Andalucía, Susana Díaz, ni a los guardianes de las esencias periodísticas como Cebrián, Juliana o Escolar quejarse de la discriminación que sufren los castellano hablantes en Cataluña, País Vasco o Baleares. Al contrario, siempre encontrarán el argumento contrario para pedir respeto para las lenguas cooficiales y que no armemos tanto follón por la anécdota de que a un comerciante lo sancionan por rotular su negocio en castellano.

Pero, ¡ay amigos! si es Donald Trump, presidente de los Estados Unidos, el que se carga de raíz la página web en español (no sabemos si por una cuestión de reconstrucción de la misma o de manera definitiva) entonces salen la hordas fundamentalistas a defender a capa y espada nuestro idioma y a exigirle poco menos al amo de la finca las explicaciones que aquí en cambio nos guardamos y escondemos con los Junqueras, Puigdemont, Colau o Urkullu.

Miren, no van a encontrar en este artículo una defensa a lo que ha hecho Trump si finalmente se confirma que no habrá página en español en la web de la Casa Blanca. Si al final es verdad que la ha eliminado, demostrará que es ese típico americano brutote que sale retratado en esos filmes del fin de semana en las películas de la sobremesa. Lo único que estará haciendo es arrojar piedras contra su propio tejado de cara a los próximos comicios y estamos hablando nada más y nada menos que del voto de 50 millones de personas en ese país que se manejan divinamente en la lengua de Cervantes.

Pero más allá de la bravuconada de Trump, vayamos a lo esencial. No me sirve ahora que salgan esos puristas del periodismo a defender el castellano cuando aquí agachamos la cabeza frente a los separatistas, frente a quienes multan por ponerle a tu restaurante Casa Paco en vez de llamarle Botiga Jordi, frente a quienes le ponen castigos a tu hijo porque se ha atrevido a hablar castellano en el recreo o frente a esos directores de colegio, muy proclives a la causa separatista, que se pasan por el forro la orden de impartir un número mínimo de horas lectivas en castellano. Si no somos capaces de conseguir que en Cataluña respeten el castellano, ¿creen que a Trump le va a temblar el pulso por cargarse la web en castellano?

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