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Desde mi escaño

España, el país de lo grotesco

España, el país de lo grotesco

Dos hechos, dos noticias. La primera, una broma que no ha sentado bien. La segunda pudiera parecer también que es cachondeo, pero no, es verdad como la vida misma y encima con el amparo de la Justicia. Me refiero, por si alguien aún está despistado, a lo acontecido con la llamada que los compañeros de Cataluña Radio le hicieron al monarca, a Don Juan Carlos I, y a la autorización del juez Santiago Pedraz a la marcha pro abertzale por las calles de Bilbao y con el apoyo, no lo olvidemos, de ocho jugadores de la Real Sociedad, futbolistas a los que, tal vez, les gustaría golear con bombas-lapa en vez de con esféricos.

Yendo por partes, como Jack el Destripador, lo de la pillada a Su Majestad por parte del periodista Pere Mas ha indignado en el entorno de La Zarzuela. A pesar de la recomendación que me hizo un lector sobre mis excesos con la monarquía, lo cierto es que en palacio son todos unos sosomanes, unos aburridos de campeonato y, ¡qué curioso! parece que sólo les molestan las bromas. Si ya sucedió en su momento que la revista El Jueves tuvo que pagar un alto precio por aquella famosa portada de los Príncipes dándole al tema, ahora podría ser que la Fiscalía del Estado actuase de oficio para meterle mano a Cataluña Radio por el pitorreo con Don Juan Carlos I.

Lo cierto es que, insisto, en La Zarzuela faltan muchas dosis de humor y sí que les sobran las del temor a ciertos grupos de presión. Aún recuerdo como quedaron en libertad los impresentables que quemaron fotos del Rey y la propia bandera y como encima se presentaron en el juicio con unas camisetas donde, en un perfecto catalán, se leía ‘Yo también quemo la Corona’. Digo yo que será más grave y más peligroso que te amenacen abiertamente, como aquella declaración de Joan Tardá, de ERC, “muerte al Borbón” o que te digan que te van a quemar, que el hecho de una broma que, de mejor o peor gusto, no va más allá de una chanza. Pero está claro que no se lo han tomado en la Casa Real con la misma filosofía.

En cambio, resulta bastante curioso que una marcha proetarra, la de los abertzales más radicales que aún campan por la faz del País Vasco, cuente con el respaldo de la Justicia, concretamente del juez Pedraz, uno de los amiguetes de Garzón, magistrado que, como bien es sabido, es uno de los que ha intentado enmierdar todo lo relacionado con el caso Faisán y favoreciendo al Gobierno de Zapatero para que logre al precio que sea la llamada paz definitiva, un proceso que, obviamente, se romperá después del período electoral de turno.

Desde luego, así nos va. La Fiscalía perdiendo el tiempo con lo que escribe o dibuja El Jueves o las bromas que puede hacer Cataluña Radio y lo sustancial, lo grave, el apoyo a los asesinos de ETA, pasa de largo para un Fiscal General del Estado, el señor Conde Pumpido, el mismo que en el 2007 sólo anuló la mitad de las listas de ANV, pese a tener todas las pruebas sobre la mesa para inhabilitar todas las planchas. Así es España, una broma grotesca permanente, aunque lo que se sanciona reiteradamente es dejar en ridículo al monarca, no las amenazas de muerte al primero de los españoles o el apoyo a aquellos que aprietan el gatillo o pulsan el detonador. De vergüenza.

1 comentario

Máximo Medina -

El Rey por aquello de ser jefe del Estado, merece un respeto, pero no por ello estar exento de la críticas, siempre que no sean soeces y crucen la línea de lo normal. Lo que no comprendo es que alguien llame al palacio de La Zarzuela y logre que el Monarca se ponga al teléfono, se llame Artur Mas, supuestamente, o de cualquier otra manera. Lo que ha quedado de todo este asunto, también llamado broma, es que no existe un protocolo a la hora de poner al Rey al teléfono. Cualquiera que llame, por lo que se ha visto, podría conseguir la conversación. Y eso no es que no pueda ser, es que no debe ser. A ver si usted llama a la Casa Blanca y se pone Obama...
Acerca de dar o no permiso a una manifestación proetarra en el País Vasco, quien decide es un juez y su veredicto es firme. El problema es el de siempre, no hay normas muy claras a la hora de aplicar el asunto, así que dependiendo del magistrado en cuestión, todo es posible. La culpa, como siempre, de los políticos, que no legislan de una forma clara y concreta.