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Desde mi escaño

De Ciudad Condal a la ciudad sin ley

De Ciudad Condal a la ciudad sin ley

Menuda imagen que estamos dando de cara al exterior. Las imágenes de la huelga general, donde se pudo ver la especial virulencia con la que ciertos piquetes actuaron en Barcelona, han dejado un halo de preocupación en Europa ante lo que ya se cree que puede convertirse España en cuestión de meses, en una segunda Grecia en donde todo vale con tal de demostrar el descontento con las autoridades en vigor. La diferencia con el país heleno es que sus políticos llevan décadas llevándoselo crudo ante un cierto pasotismo del pueblo que ya optó por decir que hasta aquí basta. En nuestro caso, el fenómeno resulta muy diferente. Aquí las algaradas siempre se producen cuando es la derecha la que está en el poder o al menos está en condiciones de alcanzar el mismo.

Lo cierto, centrándome nuevamente en el caso de Barcelona, es que si bien es totalmente respetable y constitucionalmente aprobado el derecho a la huelga, también lo es el del trabajo, pero más aún el respeto a la propia integridad física de la persona y eso, desgraciadamente, vimos como en la Ciudad Condal no se cumplía. Están dando la vuelta al mundo las imágenes de ese trabajador o empresario que, en un gesto que le honra, trata de defender el local de un amigo suyo ante los destrozos que un grupo de violentos estaba perpetrando en él. Pues bien, la respuesta de estos valientes (valientes cuando actúan en manada, claro está) fue la de rociarle con un extintor, darle puñetazos y rematarle con una soberana patada.

Esa estampa, con ser horrorosa, no es lo peor que ha podido pasar. Los sindicatos ya avanzan un 1 de mayo caliente hasta hervir al máximo en las calles. Aquí algunos se han creído que se puede forzar la voluntad de un Gobierno a golpe de violencia, destrozando locales de personas honradas y sacrificadas que no entienden a qué viene toda esta algarada y creciente ola de violencia.

Quizá ahora empezamos a entender los motivos por los que durante siete años la calle permaneció muy tranquila a pesar de que el paro iba subiendo escandalosamente mes a mes. Y es que el Gobierno saliente, el de Zapatero, supo amansar perfectamente a las fieras por la vía de los caramelos de la subvenciones. Y claro, como el nuevo Ejecutivo pretende meter un hachazo a esas dádivas, entre otras razones porque no hay un euro sobrante para gastarlo en cuestiones superfluas, y mucho de los dineros que se les dan a UGT y CCOO servían para lo que servían, entonces toca recuperar la pancarta (siempre legítimo), pero también la coacción y los golpes, como le pasó a ese pobre empresario barcelonés.

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