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Desde mi escaño

La crisis de la Preysler

La crisis de la Preysler

Hay gente que debería de mantenerse calladita cuando ven una alcachofa en torno a ellos, pero no, la sutileza no es lo suyo y opinan de ajos y cebollas como del Ibex, del fútbol, de música o de los bombones Ferrero Rocher. Las declaraciones de la señora Isabel Preysler con eso de que lo estamos pasando mal con la crisis me suena, dicho sea con todos los respetos, a un cachondeo tremendo y tremebundo hacia quienes verdaderamente sí que lo están pasando mal hasta extremos insospechados. No se puede ser más patán y más insensible con quienes no llegan a final de mes, pero claro, cuando no sales de tu mundo de dulces y baldosas estas cosas suelen suceder.

La señora Preysler, afortunadamente para ella, la crisis nunca ha existido, al menos la económica. Ella ha vivido perfectamente enganchada a la buena vida del marquesado, de los acordes musicales y desde hace más de 25 años a los buenos oficios de un ex ministro de España. Vamos, que la única crisis que esta señora ha vivido es, en todo caso, la matrimonial. De resto, no creo que haya tenido grandes problemas a la hora de colocarse. Normalmente, su trabajo conocido ha sido enseñarnos baños y más baños a los españoles y a meternos por los ojos los deliciosos Ferrero Rocher. De resto, nada de nada. No me imagino yo a la señora Preysler preparando el desayuno o friendo un par de huevos por la noche. Nada de nada, póngale el cuño.

La señora Preysler me recuerda a estas damas de alta alcurnia, de la intocable sociedad española que cada equis tiempos decidían bajar a la esfera terrenal para ponerse en contacto con la plebe, pero sin tocar. Son personas que manejan un lenguaje peculiar, lejos del que usamos el resto de mortales. Son de los que creen que las monedas de céntimos, de euro o los billetes de menos de 500 euros son meras entelequias y, en el mejor de los casos, son de esta clase de gente que cuando llega la Navidad les gusta poner un pobre en su mesa como quien pone un kilo de bogavantes.

En fin, la señora Preysler ha demostrado esa máxima de que calladita estás más guapa y que si tiene problemas con esta crisis, mejor no le pregunte a más de seis millones de españoles que no tienen trabajo. No habría uno solo que dudase ni medio segundo en cambiarse por usted. Y encima habrán quien le ría la gracieta, que los palmeros están aquí y allá, desgraciadamente.

1 comentario

Máximo Medina -

A veces me sorprendo, amigo Velarde, de que usted pierda su valioso tiempo y algún que otro artículo en personajes como la señora Preysler. Lo que diga o deje de decir tiene un interés mínimo por no decir nulo. Como es lógico, se une a la mayoría y dice que también ha sentido la crisis porque no ha recibido más anuncios publicitarios con los que engordar su cuenta corriente. Por lo demás, esa señora y su prole jamás tendrán un problema económico, para ello hay muchos recursos que ni usted ni yo tenemos.