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Desde mi escaño

Copa sin emoción

Copa sin emoción

La Copa del Rey tiene que recuperar el formato a partido único y además mantenerlo, por lo menos, hasta semifinales. Los grandes, es decir Barcelona, Real Madrid, Atlético de Madrid, Valencia, Sevilla y, por aquel entonces, un glorioso Deportivo de La Coruña, clamaron contra ese sistema que ponía las primeras eliminatorias a partido único y en casa del equipo de menor categoría. Así, de buenas a primeras nos encontramos con las hazañas de un Toledo, Figueres, Novelda, Gramanet u Hospitalet que eran capaces de tumbar a los grandes sin que estos tuvieran ocasión de poder recuperarse luego en casa.

La emoción de ver como presupuestos mastodónticos caían a las primeras de cambio contra formaciones que apenas se podían permitir desplazamientos a otras ciudades en una destartalada tartana se truncó al poco tiempo. La Federación del omnipotente y omniprepotente Villar no fue capaz de defender una idea que, por ejemplo, causa verdadero furor en Inglaterra y desde tiempos inmemoriales están gozando con ese sistema que ha permitido grandes gestas de equipos que igual en su vida podían imaginarse jugar un replay ante el Liverpool en el césped del mítico Anfield.

La ronda de Copà del Rey que acabamos de jugar en estos días en España deja bien a las claras que, salvo hecatombe, la vuelta irán a presenciarlas los familiares de los jugadores o aficionados a los que no les importe pasar una verdadera noche gélida a cambio de una entrada realmente baratita, 5 euros. Y es que, salvo el Real Madrid, que tendrá que perforar obligatoriamente la meta del Xátiva (0-0 en la ida), Atlético de Madrid o Barcelona han sellado con solvencia su pase a la siguiente eliminatoria y el interés en el Vicente Calderón o en el Nou Camp es prácticamente nulo.

Siempre habrá quien alegue que un Real Unión o un Alcorcón se cargaron al Real Madrid con el formato de ida-vuelta o que tres cuartos de lo mismo le sucedió al entonces moribundo Atlético de Madrid de Manzano frente al Albacete. Pero eso son casualidades que no suelen tener lugar muy a menudo y donde a veces parecen influir otros factores que no siempre son deportivos, precisamente (como el querer cargarse a un entrenador, por ejemplo). Lo que sucede es que la Federación no vela por el interés de la competición, sino por hacer caja a toda costa y se ha puesto por norma que Real Madrid o Barcelona o los dos conformen año tras año las finales de Copa a costa de perjudicar a los más modestos, a los que previamente mata entre sí en rondas previas.

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