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Desde mi escaño

Muere Fidel Castro, nace la esperanza de libertad en Cuba

Ha muerto Fidel Castro, que Dios lo tenga en su gloria. Reconozco que si este fallecimiento me coge en mis años más radicales no habría empezado así mi artículo. Todo lo contrario. Hubiese sazonado el texto con todo tipo de palabras gruesas y, como dirían los Siniestro Total, bailando sobre la tumba del comandante. Pero obviamente los años van pasando para todos y eso también te va dando perspectiva, razonamiento, pausa y calma para no celebrar, por muy tirano que haya sido Castro, su muerte. Insisto, que Dios le tenga en su gloria.

En esta vida tenemos que aprender a ser positivos y buscarle el lado bueno a cualquier acontecimiento. Hoy toca, en todo caso, alegrarse por toda esa disidencia cubana que en su momento debió partir de la isla caribeña en busca de un futuro mejor, más próspero y sobre todo encontrar la libertad que el dictador les había hurtado como el más preciado de los tesoros que puede tener cualquier persona sobre la faz de la Tierra.

Fidel Castro muere habiendo dejado un reguero de pobreza y de miseria. Al final, en eso tenía razón el propio comandante, por muy gloriosos que fuesen sus días al frente del poder en La Habana, ha acabado por ser igual que el más insignificante de los mortales. Nada se lleva a la otra vida, salvo, seguramente, el resultado de su despótico mandato donde no respetaba más ley que no fuera la que emanase de su traje verde oliva que, a buen seguro, en más de una ocasión se tiñó de rojo en esas purgas que tanto gustó hacer a este tirano.

Castro ha muerto y por fin Cuba puede empezar a explorar una vía de escape. Tarde o temprano su hermano, Raúl, se dará cuenta de que ya no tiene esa aura protectora y más de un ciudadano puede empezar a pergeñar en su mente un sueño de libertad, de urnas, de democracia occidental, de no tener que esconderse ante el vecino por temor a creer que está siendo espiado. Hoy es día de alegría y de esperanza por la muerte del dictador, que no de la persona. Como ser humano, repito, mis más sentidas condolencias a su familia, y mi más sincero abrazo a esos cientos de miles de cubanos que hoy han sentido aliviados como se les quitaba de encima un peso dictatorial.

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