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Desde mi escaño

La sombra del 31 de marzo de 2002

La sombra del 31 de marzo de 2002

Santa Cruz de Tenerife ha vuelto a revivir el 1 de febrero de 2010 su particular 31 de marzo de 2002. Han bastado unas pocas horas para que la ciudad se quedase colapsada por completo, con las principales arterias transformadas en una especie de canales venecianos, pero con agua mucho más sucia. Además, de remate, el invento del tranvía, una vez más, fuera de servicio a las primeras de cambio, algo lógico por otra parte porque desde que se inicio la obra eran muchas las voces que anunciaban los riesgos que podría haber cuando lloviese y ayer, evidentemente, pasó lo que tenía que pasar. Estamos hablando de una urbe en cuesta, donde ha habido que acometer unas obras cuasi faraónicas para que este medio de transporte pudiera circular, pero no se tuvo en cuenta que la fuerza del agua es imparable, sobre todo si no se realizan los trabajos de canalización y desagüe pertinentes.

Pero bueno, independientemente del caos que ha supuesto para decenas de miles de ciudadanos el hecho de quedarse sin tranvía y con retrasos considerables en las guaguas, lo que llama poderosamente la atención es que no hayamos aprendido nada de anteriores episodios y que sigamos sin corregir los defectos que tanto daño material y personal, como el 31-M, nos han causado. Transitar por la avenida de Anaga, Tres de Mayo, Ramón y Cajal, Imeldo Serís o Reyes Católicos era como retrotraerse a lo que sucedió hace ocho años y, dentro de todo, menos mal que el fluido eléctrico aguantó un poco más que antaño, porque de lo contrario las estampas hubiesen sido mucho más dantescas.

Fíjense, les pongo un solo ejemplo de lo mal que se hacen las cosas en esta capital. A lo largo de los meses del verano mantuvieron con cortes y restricciones al tráfico el tramo que va desde la piscina Acidalio Lorenzo hasta la calle Gilberto Cayol López y luego hasta el final de Heliodoro Rodríguez López con la confluencia de la calle San Sebastián. Esas obras eran para realizar unas canalizaciones que evitasen que cuando lloviera se formasen unas lagunas que anegasen por completo ese tramo de vía. Pero, a pesar de los millones que se gastó el Ayuntamiento santacrucero, ese tramo fue ayer un completo caos. Conductores y vecinos de la zona aseguraban que nunca habían visto algo similar y la indignación era considerable porque se entiende que las molestias de las obras son para mejorar la prestación de un servicio, no para empeorarlo.

De todas maneras, ya no sólo es cuestión de este desmán en particular, sino que con estas pocas horas de intensa lluvia caída sobre Santa Cruz de Tenerife se ha demostrado que la red de alcantarillado está completamente tupida, que no hay un mantenimiento a fondo y que, ya de paso, seguimos permitiendo construcciones donde no debieran estar, justo en lugares por los que discurre el agua. Así, pasó lo que pasó, que toda la zona de la avenida de Anaga estaba lleno de barro, de piedras y demás porquerías que se acumulan en las cloacas.

Eso sí, por encima de la desidia de los políticos, que pasan olímpicamente de estos aspectos, a quien hay que dar un diez es a todos los efectivos policiales, bomberos, protección civil y servicios de mantenimiento del Ayuntamiento, que tuvieron que trabajar a destajo para intentar por todos los medios que la ciudad cayese en un colapso absoluto, aunque lo cierto es que llegaron a producirse retenciones de más de una hora y con el agua llegando cerca de las ventanillas. Sólo gracias a la encomiable labor de estos responsables públicos se pudo evitar un mal mayor, pero alguien debería dar un sonoro puñetazo sobre la mesa y poner, de una vez por todas, los remedios para evitar que chubasco tras chubasco tengamos que andar mirando al cielo y preguntándonos si se repetirá un 31 de marzo.

1 comentario

Máximo Medina -

Ha existido una diferencia esencial con respecto a marzo de 2002 y es que en esta ocasión el viento sólo compareció en momentos contados. Eso sí, la lluvia cayó a raudales y provocó que las calles quedasen intransitables en sólo unas horas. Impracticables muchas de ellas incluso para los peatones, temerosos de que en un momento determinado la riada pueda llevarles. Una vez más ha vuelto a demostrarse por la vía de los hechos consumados que no estamos preparados para asuntos meteorológicos de este calibre y ya va siendo hora de que lo estemos. Nuestros representantes en ayuntamientos, cabildos y comunidad autónoma deben ya de una vez poner solución pra afrontar este tipo de fenómenos y si no saben cómo, que pregunten a los múltiples asesores que poseen por lo menos en nómina. Lo que no puede ocurrir es que llueva y tengamos que quedarnos todos en casa, que es lo que ha ocurrido cada vez que las precipitaciones son de importancia. Las obras hechas hasta ahora, canalizaciones y demás, han sido un auténtico fiasco. Menos mal que el ciudadano medio toma sus propias precauciones, que si no podríamos estar ahora dando cuenta de una catástrofe no sólo ambiental.